Cuenta Marcelo Dos Santos que el día que comenzó su carrera profesional en la computación se paró frente a una y no supo cómo prenderla. La miró, buscó, pero no hubo caso y le tuvo que pedir ayuda a Rubén, un conocido que era amigo de su suegro. 

Pasaron 16 años de aquel día, y Marcelo, entre risas, aún recuerda la situación. “Me acuerdo que no sabía prender la computadora, pero me tocó un trabajo que tenía que ver con la parte de sistemas. De chico no tuve la posibilidad de tener una computadora porque era algo inalcanzable y me tocó un trabajo que solicitaba que la persona que esté en el puesto tenga conocimiento de informática, pero yo no sabía nada; sabía solo lo que había aprendido en el Savio, pero como necesitaba mejorar mi calidad de vida dije que podía aprender y me dieron una oportunidad”. 

“Así arranqué y me acuerdo que ese día, le dije a Rubén ‘no sé cómo se prende esto’. Me dijo: ‘vos dijiste que sabías’. ‘No, yo dije que podía aprender’, le respondí. ‘Portu prendela acá y listo’, me dijo y arrancó. Así empecé. 

Parece increíble que este hombre que hace más de una década encabeza el programa de reciclaje y armado de PC solidario más grande de la zona recién a los 26 años aprendió a utilizar la computadora. Es que desde 2009, cuando se creó Proyecto Puente, es un referente de Comodoro Rivadavia al pensar en el reciclaje de elementos informáticos y CPU que luego llegan a escuelas, vecinales y personas anónimas.

Para dimensionar lo importante que es el programa, basta con decir que en estos 13 años se entregaron más de 2200 máquinas.

LA HISTORIA DE UN LÍDER TECNOLÓGICO

Marcelo Dos Santos en la actualidad tiene 47 años. El líder tecnológico nació en Comodoro Rivadavia y creció entre el barrio Jorge Newbery, donde vivió hasta los 18 años, y las escuelas 719 y Domingo Savio, donde cursó tanto la primera como la secundaria, cuando todavía era escuela técnica. 

Dos Santos se recibió como técnico industrial, con especialidad en tornería, pero cuenta que nunca más volvió a agarrar un torno en su vida. 

Con el paso del tiempo y el futuro definido, asegura que lo suyo siempre fue la parte técnica. Sin embargo, recién de grande se terminó de dar cuenta. Es que una vez que terminó la secundaria, el protagonista de esta historia intentó ser militar. 

Para hacer carrera, se fue a estudiar al Colegio Militar de la Nación. A fin de cuentas era lo que lo podía llevar a volar por los aires, ya que de chico quería ser piloto, pero sabía que su vista era un impedimento.

La aventura de cadete duró poco tiempo. No era para él, asegura. Así, volvió a la ciudad que lo vio nacer y tiempo después conoció a su pareja; la fotógrafa Marylin Bonavide, con quien decidió formar una familia con solo 21 años.

Pero más allá de todo el desafío era encontrar trabajo, y en tierras petroleras el horizonte estaba puesto en las empresas. Marcelo hizo de todo. Fue desde recorredor de campo hasta ayudante mecánico, hasta que en 2000 le llegó esa propuesta que iba a cambiar su vida. 

En Sade, una empresa de servicios petroleros que después pasó a ser Skanska, estuvo un tiempo. Fue data Entry, ingresando datos datos de producción, y a los pocos meses pasó a enseñar los cursos que había aprendido poco tiempo atrás. Es que luego de que pudo prender la computadora gracias a Rubén, Marcelo decidió hacer cursos para perfeccionarse y seguir creciendo en el mundo de la computación. Así, tres meses después ya era profesor de sus compañeros. 

“En la empresa vieron que me gustaba y había agarrado la dinámica, entonces me ofrecieron enseñar. Ese fue mi primer contacto con la docencia”, recuerda al respecto.

Ese curso también fue regreso a los libros, y el despegue de su carrera profesional, aquella que la llevó a las principales operadoras. 

ESTUDIAR PARA CRECER

Su paso por Sade finalmente fue corto pero fundamental para él, ya que luego, gracias a esa experiencia, pudo aceptar una invitación de su hermano, quien dirigía los CTC de Comodoro Rivadavia.

En los CTC, Marcelo enseñó Access, un programa de Office, y la experiencia resultó todo un descubrimiento, un camino que más tarde volvería a retomar. Mientras tanto, seguía creciendo en su carrera profesional.

Cómo quería crecer y le gustaba aprender, Marcelo hizo varios cursos e intentó estudiar en la universidad. Primero fue a la UNPA de Caleta Olivia, donde cursó tecnicatura en redes y sistemas. Pero en ese tiempo era complicado estudiar y trabajar yendo todos los días a Cerro Dragón. 

Eran momentos diferentes en que tenía que pelear con las dificultades de internet en la zona y aprender a ser padre de familia. En 2005, quiso intentar de nuevo, esta vez distancia en la UTN de Santa Fe, donde estudió Diseño y programación Web, carrera en la que se recibió en 2009, antes de iniciar Proyecto Puente.

Cuenta Marcelo que fue una época de mucho esfuerzo, pero no se arrepiente. “Fueron noches de mucho estudio. terminar a las dos de la mañana y levantarme a las cinco y media; pero no me arrepiento, porque gracias a todo lo que pude hacer hoy tengo un muy buen trabajo. Me considero un privilegiado”, confiesa el hombre que además hizo una carrera de ingeniería de Microsoft, donde obtuvo uno de los puntajes más altos, algo que lo enorgullece.

UN PROYECTO QUE EDUCA, INCLUYE Y ACORTA BRECHAS DIGITALES

Pero más allá de todos sus objetivos, el mayor logro de Marcelo es haber fundado “Proyecto Puente”, la iniciativa solidaria que nació en 2009 gracias a su amistad con Marcelo Lorens, su entonces jefe, y Fabián Svoboda. 

Según cuenta todo surgió en una charla de café entre amigos. “Yo hace años había estado con los exploradores de Don Bosco y me habían quedado ganas de hacer algo solidario porque tenés ese camino, y en una charla de café pensábamos ‘qué hacemos’, y dijimos ‘armemos algo que nosotros sabemos. Armemos compus, tratemos de armar una y la donamos’. Me acuerdo que le contamos la idea al otro Marcelo, se copo y empezamos”.

Según cuenta Marcelo, para el inicio del proyecto cada uno sumó lo que pudo. Él llevó un CPU, el otro Marcelo consiguió el lugar y Fabián una parte de compu y una impresora. Así, una tarde dieron inicio en la parroquia María Auxiliadora.

“Me acuerdo que empezamos a armar una máquina, le instalamos Windows 98 y la donamos a la parroquia San Cayetano. Cuando fuimos a dejarla estaban en una misa y nos estaban esperando. Nos agradecieron y nos gustó la experiencia. Pero cuando salimos afuera dijimos ‘esto tenemos que hacerlo, sigamoslo, porque este es el camino’”. 

Con la iniciativa iniciada, el grupo comenzó a juntar chatarra, buscando dentro de bateas y otros rincones de la ciudad. Mientras tanto, el proyecto seguía creciendo y al mes se sumó Agustín, el hijo de Marcelo quien fue a modo de castigo y nunca más se fue. 

El grupo se mantuvo durante un año, luego el resto siguió con otros proyectos, pero Marcelo quiso continuar. “Dije esto lo voy a seguir hasta donde dé y al año nos fuimos al Colegio Domingo Savio. Ahí conocí a Blas Pacheco, que era el representante legal en esa época y me dijo que podíamos trabajar en el colegio, pero tenía que dar clases en nocturna, y acepté”.

Por ese entonces, Marcelo bajaba del campo a las 7, y media hora después iba a dar clases de informática al colegio salesiano, lo que le permitía costear una parte del proyecto, ya que como cuenta, la iniciativa solidaria siempre demandó gastos extras que los voluntarios costearon, desde artículos de limpieza a insumos informáticos. 

El proyecto funcionó hasta el año pasado en el colegio Santo Domingo Savio, cuando tuvieron que dejarlo. En la actualidad, la iniciativa sigue en un edificio propio que sus responsables alquilaron. Allí, en José Álvarez 281 del barrio Stella Maris, donde todas las semanas llegan los coordinadores y voluntarios que trabajan en el armado de computadoras que luego son donadas. 

Marcelo admite que más de una vez quiso bajar la persiana y seguir con su vida. Sin embargo, siempre hay algo que lo hace cambiar de opinión. “Cuando pensás en cerrarlo y ves la alegría de los chicos, decís ‘no, esto no se puede cerrar, porque es su alegría, su energía, la gente que viene a buscar las compus y las empresas’. Lo real es que hoy el proyecto trasciende a las personas, entonces queremos armarlo para que se maneje de otra manera”.

Marcelo tiene razón; hoy Proyecto Puente está integrado por 12 coordinadores, y 56 integrantes de 12 a 74 años, quienes aprenden sobre tecnología y colaboran en el armado de las PC. Además hay una docena de gente en lista de espera que se quiere sumar. 

Marcelo, en tanto, ya no es el responsable de la iniciativa. Ya que recientemente se convirtió en una asociación civil y esa responsabilidad recayó en Cinthia Saldivia. Sin embargo, él sigue al tanto de todo, acompañando y aprovechando los contactos que tiene y todo lo aprendido durante este tiempo.

Por supuesto, con un alquiler a cargo, el proyecto genera más gastos. Sin embargo, para costearlos idearon un sistema que incluye talleres de tecnología para empresas e instituciones y un programa de socios tecnológicos para empresas.

Así a casi 13 años de su creación el objetivo del proyecto sigue siendo el mismo: acortar la brecha digital, trascendiendo a las personas e impulsando sueños, ya que como dice  Marcelo, “hoy cerrar el proyecto no está en la mente de nadie. Es más, tenemos proyectos para hacer esto más grande, porque nosotros queremos crear una escuela de tecnología y preparar a los chicos para la facultad. Pero también queremos lograr que no se tiren las compu al basural ni se tengan guardadas en un depósito, porque ahí no le sirven a nadie, y para nosotros son todo”, dice este hombre que vivió su propia brecha digital y hoy busca acortarla, devolviendo la educación que alguna vez recibió. 

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