Cuando una sombrilla fuera de control se convirtió en un ‘arma’ que le provocó heridas graves a una docente
El verano de 2001 quedó marcado por un drama que, por muy poco, no se convirtió en una tragedia mortal cuando una "sombrilla voladora" impactó de lleno en el cuello de una docente que disfrutaba de una calurosa tarde en Playa Unión. Se desarrolló un recorrido por hospitales locales en medio de una tensión extrema. A los pocos minutos, le practicaron una intervención quirúrgica que le salvó la vida y le permitió recuperar el habla luego de varios meses.
El 6 de enero de 2001, un día soleado y festivo, la docente de Rawson, Alejandra Fernández, vivió una experiencia que marcaría su vida para siempre.
En compañía de su marido Luis, sus hijas y sus sobrinas, disfrutaba de una tarde hermosa en Playa Unión (a la altura del sector frente a la plaza ‘Vivian Thomas’) para celebrar el ‘Día de Reyes’ con reposeras, conservadora, mates, facturas y risas.
Sin embargo, lo que comenzó como una jornada perfecta se transformó en una pesadilla cuando una ráfaga de viento inesperada cambió el rumbo de su día.
Mientras las niñas jugaban en la orilla del mar, Alejandra se dedicó a acomodar el espacio para proteger a la más pequeña del sol. Fue en ese instante cuando un viento feroz se desató, levantando arena y objetos a su alrededor.
“Fue como una cola de tornado”, recordó Alejandra quien intentó cubrir a la bebé del impacto de la arena. Pero en ese momento, “sentí un golpe en el lado izquierdo de su cuello que me dejó aturdida”, relató en diálogo con ADNSUR.
El caos se desató rápidamente. La sombrilla que había sido arrastrada por el viento impactó violentamente contra ella, causándole una herida que comenzó a sangrar abundantemente.
“Sentí algo caliente corriendo por mi cuello”, narró Alejandra mientras recordaba cómo la gente a su alrededor entró en pánico y comenzó a tomar sus pertenencias para abandonar la costa de inmediato.
A pesar de la enorme confusión del momento, algunos padres de sus alumnos se acercaron para ayudarla. Uno de ellos le acercó un toallón para que se lo coloque en la herida, lo cual fue clave en los primeros auxilios.
En fracción de segundos, su marido se paró en medio de la calle para detener el tránsito y pedir un traslado inmediato al mini hospital de Playa Unión.
Luego de recibir otras curaciones, se decidió enviarla al Hospital Regional de Trelew para un mejor tratamiento.
Ese trayecto de 30 minutos fue uno de los tramos más angustiantes: mientras Alejandra viajaba en la ambulancia, rezaba por su vida.
Al llegar al Hospital Regional, los médicos evaluaron su estado y decidieron trasladarla al Sanatorio Trelew, donde podría recibir atención más especializada.
Durante el proceso, Alejandra permaneció consciente y escuchó las conversaciones entre los médicos sobre su condición. “Sentía que me estaba desvaneciendo porque ya habían pasado varios minutos”, recordó.
Finalmente, con un diagnóstico de extrema complejidad, Alejandra fue operada.
En este punto, vale recordar el contexto: una tarde de domingo muy calurosa de puro verano en los primeros días de enero. Todo parecía indicar que era improbable tener una resolución satisfactoria del caso.
De todos modos, se activó un profesionalismo extraordinario por parte de los médicos, enfermeros y auxiliares del Sanatorio Trelew, quienes llevaron adelante una intervención quirúrgica que, visto a la distancia, fue extraordinaria.
En un procedimiento contrarreloj, lograron limpiar las heridas donde convivían (los residuos de un toallón con arena, sangre, salitre y otros condicionantes) para practicar una intervención milimétrica que permitió que la paciente permaneciera con vida y, acorde a la evolución posterior, no le tocaron ningún nervio que podría haber afectado su habla, quizás de manera permanente.
O sea, los profesionales médicos ‘se convirtieron en héroes’ en una situación dramática en la que demostraron estar a la altura de las circunstancias.
En ese ejemplo, nos enorgullece la calidad de los profesionales médicos que tenemos en la zona. El Dr. Jorge Rodríguez, el Dr. Pablo Diana Bunge y todo su equipo de colaboradores se merecen el máximo reconocimiento por su desempeño en aquella oportunidad.
Alejandra sufrió daños en las cuerdas vocales y tuvo que someterse a un tratamiento prolongado para recuperar su voz.
“Los médicos me dijeron que si el impacto hubiera sido solo unos milímetros más profundo, podría haber perdido la vida”, reconoció con una mezcla de sentimientos por permanecer viva, pero con la certeza de que el desenlace estuvo tan cerca.
A lo largo del proceso, enfrentó no solo las secuelas del accidente, sino también la incertidumbre sobre su futuro como docente.
Después de ocho meses de tratamiento y rehabilitación, pudo regresar a las aulas. “Aprendí a manejarme con los chicos sin levantar demasiado la voz”, comentó.
Su experiencia se convirtió en una lección sobre la importancia de cuidar el entorno en la playa y un recordatorio sobre los peligros que pueden surgir en momentos inesperados.
Años después del accidente, ella ha compartido su experiencia para concientizar sobre los peligros que representan las sombrillas mal sujetadas en días ventosos.
"Es vital que todos tomemos precauciones", enfatizó Alejandra como un mensaje para que los veraneantes puedan asegurar adecuadamente sus sombrillas para evitar situaciones similares.
Hoy en día, tras más de dos décadas desde el accidente, Alejandra continúa disfrutando de la playa con sus hijas y ha encontrado en la docencia una forma de compartir sus aprendizajes y experiencias.
Aunque ya se encuentra retirada de la profesión, reconoce que será docente para toda la vida y es una fuente de consulta permanente para sus colegas.
Aunque el recuerdo del incidente sigue presente, ella se siente agradecida por haber superado aquel trágico momento y por poder contar su historia como un ejemplo de resiliencia y conciencia sobre la seguridad en espacios públicos.
El hecho encendió el debate sobre la seguridad en las playas y la falta de medidas preventivas frente a fuertes vientos, frecuentes en la zona durante la temporada de verano.
A raíz de este accidente, se intensificaron los controles en Playa Unión y se recomendó a los visitantes extremar los cuidados al instalar sombrillas y elementos similares.
Este caso sigue siendo un símbolo de las consecuencias que pueden generar la falta de precaución y el imprevisible poder de la naturaleza.
A casi 24 horas después de un caso que bordeó el peor escenario, Alejandra continúa siendo un ejemplo de fortaleza acompañada por el cariño incondicional de su marido, hijas, nietos y la comunidad que tiene que aprender de las lecciones que se vivieron en la región.