Daniel Agustín Ruiz tiene 27 años, nació un 28 de abril de 1997 en Comodoro Rivadavia y se formó de 0 a 100 en nuestra localidad en algo que, probablemente, de niño no pensaba que iba a terminar ocurriendo. Los desafíos de la vida lo fueron llevando de una situación a otra hasta que finalmente logró pisar fuerte en la docencia y en lo deportivo, uno de sus valiosos descubrimientos que, en este diálogo con ADNSUR, se anima a describir de principio a fin.

Recibido de técnico en entrenamiento deportivo en el Instituto Superior de Formación Docente N° 810 y a pocas semanas de hacer lo propio como profesor en el mismo lugar, 'Dani' ha ido luchando bien desde abajo y, poco a poco, ahora puede disfrutar de su gran pasión.

"En la primaria fui a la Escuela N° 32, jugaba en la calle con amigos y creo que fue un poco híbrido porque jugábamos a la mancha, a las escondidas y al fútbol en pleno barrio. Luego empezó a aparecer la PlayStation y otras consolas. No era fanático de hacer actividad física; fue un punto medio extraño, pero hasta la secundaria no me hubiese imaginado estudiar lo que elegí. De chico, por ahí, uno tiene muchas inseguridades o quiere practicar deportes, pero no alcanza a participar en todo lo que le gustaría. Probé desde rugby hasta taekwondo, pero más que nada fútbol", cuenta, haciendo énfasis en sus primeros pasos en las actividades físicas que no terminaron yendo por buen camino.

La cuestión es que esa falta de continuidad, sumada al entorno en el que estaba, llevó a cabo una especie de 'bloqueo' en el que sus intentos de llevarse bien con el deporte no terminaban saliendo del todo. "En educación física era el último al que elegían y desde entonces estaba enemistado con la actividad, prefería quedarme adentro de casa o con amigos. Mis viejos me decían la famosa frase de ‘salir a tomar aire’, pero optaba por mirar partidos en la tele. Obviamente, uno quería replicar algunas jugadas y llegar a tener uno de esos sueños, pero después uno se choca con profes que optan por el rendimiento y no tanto por hacerlo participar a uno. Eso me frustró, por eso elegí hacerlo en la calle y con amigos", relata.

Años después, y ya en la secundaria, se presentaron dos opciones que, más allá del entretenimiento, estaban bien lejos de hacer ejercicio: "hubo dos puntos que pasaron: uno de ellos fue arrancar a bailar en la colectividad griega. Eso era un hobby, pero no era actividad física, sino algo de esparcimiento. Después, me fui acercando a los videojuegos de consolas y computadora, alejándome de lo saludable". Y, tiempo después, se hizo notar eso que le pasa a muchos a la hora de verse al espejo: "en la adolescencia me empezó a impactar la parte del cuerpo, con eso de las inseguridades y complejos".

"Siempre fui muy estudioso de todas las materias que tenía, pero en educación física era en la que peor me iba".

Recientemente egresado del Colegio Provincial N° 723, precisamente en diciembre de 2014, se dio luz verde para hacerse un test vocacional y conocer hacia qué lado podría inclinarse, siendo que había terminado la secundaria en la modalidad de comunicación, arte y diseño. "Dentro de esa prueba apareció la opción de estudiar diseño gráfico, multimedial, publicidad y relaciones públicas. Hice dos carreras; ahí es donde me incliné por diseño multimedial en La Plata, pero lo dejé". En su regreso a Comodoro, esa 'mala racha' complicó aún más su situación: "en la universidad local no encontré nada que me gustara, entonces arranqué con RR PP en la Blas Pascal. Me iba bien, pero no me llamaba mucho; me sentía como desperdiciado porque me gusta estudiar y aprender. Tenía esa impotencia de no saber qué hacer y terminé tomándome un año sabático".

"Después fue todo muy orgánico porque empecé a trabajar cuatro horas en un kiosco ahí por 2016. Fue muy funcional y me daba la chance de poder estudiar. Me acuerdo que mis primeros pesos estaban entre ir a ver a Coldplay o ir al gimnasio". Es por eso que, habiendo tomado esa última decisión, terminó conociendo a una gran influencia para su crecimiento personal: “ahí es donde conocí a uno de mis mejores amigos, Rodrigo, que estaba estudiando la tecnicatura en entrenamiento deportivo y se dio todo de manera natural. Me gustó y me puse a buscar.”

Y su esfuerzo tuvo su justa recompensa: "pasé del kiosco a trabajar en Acuarium en 2017. Ese tramo me acompañó hasta 2020 y, en paralelo, también estaba en Invictus, un emprendimiento de un ex coordinador mío. En esa época tenía 18 o 19 años. Como era muy 'flaquito', la gente no se mostraba abierta a recibir instrucciones de un pibe que les indicaba los diferentes tipos de ejercicios, las formas de nutrición y otros temas".

"Llegué al gym y estaba solo, no tenía al profesor para que me siga y me dé indicaciones estando encima. Funciono mejor cuando me dejan hacer las cosas. Nadie me prestaba atención, empecé a probar y, de golpe, pasé de no hacer nada a trabajar, estudiar y entrenar". Tiempo después, le dio inicio a su gran pasión: "Al otro año inicié la carrera de entrenamiento deportivo y me recibí en tiempo y forma en el ISFD 810 en Kilómetro 3. No me gustaba faltar, promocioné todas las materias y no tuve que dar ningún final", asegura.

Semana a semana se fueron presentando cambios importantes que apuntaron tanto a la parte física como a la mental, siendo este último algo que algunos consideran que no suele tener tanto impacto: "Uno no se da cuenta y lo terminan notando los que no te ven seguido. Me sentí con más confianza y noté que me desenvolvía de otra forma con la gente: pasé de ser un poco tímido a muy caradura".

“No me detuve tanto a pensar en los cambios y eso que soy de sobrepensar mucho. Disfrutaba el día a día de todo lo que tenía que hacer”.

Con mucho esfuerzo, fundó el Delta Workout

Dani se da cuenta de que la idea de crear su propio centro de entrenamiento siempre la tuvo en mente y que, cuando la iba a ejecutar, apareció la pandemia de coronavirus, que fue un claro impedimento, teniendo en cuenta el encierro, la necesidad de evitar la acumulación de personas y la mala suerte de contagiarse en grandes grupos.

En ese durísimo 2020, uno de sus proyectos también apuntaba a iniciar el profesorado de educación física para reforzar aún más sus conocimientos, pero la virtualidad reemplazó a la presencialidad por motivos obvios. “Había arrancado el profesorado, tuvimos dos semanas del trayecto instructivo y nos avisaron que no se iba a poder cursar de manera presencial, sino virtual. Tampoco había probabilidades de promocionar materias y todo apuntaba a rendir finales de cada una. Pensé que me convenía hacerlo en 2021, siendo optimista y pensando que iba a mejorar la situación sanitaria, algo que fue así”.

Anticipándose a su gran emprendimiento, Dani revela que "ya venía ahorrando vendiendo suplementos y haciendo otras cosas", a pesar de que el no poder trabajar como antes perjudicó su sueldo seriamente: “pasé de estar todos los días a dos veces por semana junto a eso de los DNI pares e impares. El ambiente estaba complicado, decidí cortar por lo sano y con lo que había juntado, lo invertí a fines de 2020. Compré varias cosas con los dólares que tenía ahorrados, vi que nadie vendía nada y que existían importantes descuentos. 'Es acá', pensé, y como las cosas venían de China, se demoró como cinco meses la entrega de lo comprado”

En 2021, a medida que se fue normalizando la situación sanitaria en Comodoro y que estábamos cada vez más cerca de volver a la normalidad, tuvo una charla con sus viejos donde les comunicó que iba a empezar el profesorado de educación física y que, sumado a eso, iba a aprovechar el espacio libre que había en el quincho para entrenar. "No hubo drama, me dieron el OK y acomodé mis horarios mientras también estudiaba".

"Arranqué con una base de alumnos que ya tenía de otros trabajos en junio-julio. Lo venía trabajando mucho, tenía miedo porque siempre que empezás algo solo depende de vos, la búsqueda de clientes, la limpieza y las clases. Había mucha inseguridad, no sabía si me iba a ir bien. Cuando instalé todo fue justamente en junio y a modo de prueba con amigos, mis viejos y mis hermanos. El 1° de julio hice el anuncio oficial en Instagram, de a poco fui llevándolo y juntando cada vez más gente".

Foto: Delta Workout

"Lo primero que compré fueron las mancuernas, de 2 a 30 kilos, después fue el piso de caucho y por último las colchonetas", cuenta, aunque luego hubo que hacerle un poco de mantenimiento al lugar. "El espacio estaba sin pintar y de a poco le dimos ese toque. Posteriormente invertí en el espaldar, dos barras y más adelante fueron 200kg en discos, tobilleras, steps y otros elementos clave para funcionar".  

"Cuando empecé éramos siete y hoy somos aproximadamente 30. Tuve más, pero el espacio se va haciendo chico. Prefiero que la gente y yo estemos cómodos porque sino es como hacer un 'Tetris humano'".

"Antes tenía el quincho lleno de cosas que por ahí no sirven y se guardan igual. Yo ya visualizaba cómo iba a estar todo, lo mismo me pasa con lo que quiero a futuro estando en un local o teniendo otros proyectos".

Reflexionando y haciendo una comparación con esa época en donde las cosas no le salían como tanto esperaba, se toma unos minutos para hacer una breve descripción de todo ese proceso: "lo primordial es no desesperarse, no es tan importante competir y no exigirle tanto a los chicos. Siempre es importante hacer actividad física, no solo por la salud, sino por el entretenimiento. Mucha gente viene y no les gusta o se les dificulta, pero cuando están en grupo se divierten, conocen gente, escuchan música y eso genera que haya continuidad. Disfruto todos los días de mis alumnos y también estoy muy esperanzado de lo que se viene".
 

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