De la tragedia a la pasión culinaria: cómo Raúl y Claudia encontraron esperanza en "Las perlas del ají picante"
Tras la trágica pérdida de su hijo, Raúl y Claudia encontraron en la cocina y el emprendimiento un refugio para sanar y salir adelante. Hoy, su marca de pastas y conservas de ají picante cautiva a todos.
Raúl y Claudia llevan más de dos décadas juntos, pero su vida dio un giro drástico hace ocho años cuando perdieron a su hijo Nahuel, de tan solo 15 años. La devastadora partida los sumió en una profunda tristeza, pero en medio de ese dolor encontraron una alternativa para recomponerse: emprender con un proyecto culinario.
"Perdimos a nuestro hijo y todo se hizo muy difícil, y yo solo pensaba en hacer algo para que mi esposa y mi familia saliera adelante, porque para nosotros fue tremendo, pero poniéndole el pecho a las balas es que empezamos con esto", relata Raúl.
Así nació "Las Perlas del Ají Picante", una marca que en apenas cuatro meses logró posicionarse como uno de los productos de emprendedores más vendidos en Neuquén, llegando a elaborar hasta 80 frascos por día.
"Empezamos haciendo la pasta de ají porque veíamos que era lo que más se vendía cuando hacíamos los choripanes y desde ahí que elaboramos la pasta orgánica, y comenzamos investigar a de a poco. Hemos hecho capacitaciones, tenemos certificación nacional de alimentos y continuamos perfeccionándonos", cuenta Raúl.
Además de las pastas de ají picante, la línea de productos incluye pastas verdes, amarillas, morrones en escabeche y hasta una deliciosa mermelada de ají picante (chutney). "Algunos son innovación para la gente, todos nuestros productos tienen un sabor diferente", agrega.
El emprendimiento les ha traído satisfacciones y reconocimientos inesperados. "Nos aplaudieron chefs por la calidad y el sabor de lo que estamos haciendo, que para nosotros es un gran halago", se enorgullece Raúl.
Ahora, con la patente de su marca, podrán comenzar a vender sus productos en un mercado mayorista de la ciudad. Además, cuentan con la ayuda de sus hijas, ya que a veces se ven desbordados por la cantidad de trabajo.
"Lleva mucho tratamiento, lavado de verdura, cocción, conservación. Nos levantamos a las 5 de la mañana, compramos nuestro ají locoto a una de las 5 mejores productoras que está en Centenario; empezamos comprando un kilo, dos kilos, un cajón y llegamos a comprar hasta 10 cajones. Ahora conseguimos un lugar para producirlo nosotros. No nos imaginábamos algo así, como que todavía estamos pisando algodón", afirma Raúl.
Pero este emprendimiento no solo les ha traído éxito comercial, sino también una forma de sanar. "Lo tomo como un cable a tierra a todo esto que hoy hago, porque después que perdí a mi hijo me sacaban de viaje y era como que no quería nada. Pero al estar en contacto con gente y los escucho porque te cuentan sus cosas entonces los tratás de animar, y así terminé entendiendo que no soy yo nada más y somos todos con diferentes situaciones. Esto a mi me ayudó un montón porque es muy duro de atravesar", confiesa Claudia.
Para Raúl, esta nueva etapa les ha enseñado que "los hijos son de Dios, nadie tiene nada comprado" y que cuando se hace todo con el corazón, eso vuelve. “Yo todo esto lo hice para que mi señora este bien de salud y yo no sin ella no estaría acá tampoco. Y seguimos creciendo porque estamos convencidos que cuando uno hace todo de corazón, eso vuelve”.