Yanina Sanhueza tiene 49 años, tiene tres hijos de 14, 16 y 23 años. Es profesora de matemática y hace tres años comenzó a cocinar budines por necesidad sin pensar que se convertiría en un emprendimiento que hoy le permite crecer y proyectar junto a su familia. Todo comenzó casi por casualidad, cuando hace unos tres años le liquidaron mal el sueldo y le faltaba dinero para poder afrontar los gastos de su casa, y principalmente un importante viaje de su hija menor. Sin tener relación casi con la cocina, decidió emprender en la elaboración de budines sin saber que se convertiría con el tiempo en su principal ingreso de dinero. Hoy participa de distintas ferias y vende sus productos a través de las redes sociales, tiene clientes fijos cada fin de semana y hay quienes viajan algunos kilómetros para buscarlos.

"Yo comencé por una cuestión de necesidad económica, porque tengo mi hija que hace gimnasia artística y hubo un mes que me pagaron mal el sueldo,  la nena tenía que competir y yo me puse como loca, pensando cómo podía conseguir la plata y mi hijo me dio la idea de cocinar budines", contó a ADNSUR.

Sin pensarlo ni proyectarlo, sus budines fueron un éxito y las ventas comenzaron a crecer más de lo esperado. Pasó de cocinar 15 budines a más de 200 por fin de semana, y así nació “Dulce budín”.  Recuerda que llegó a vender 500 unidades para una importante feria que se realiza en la ciudad de Neuquén.

Yanina admite que hasta ese momento no tenía relación con la cocina, todo surgió por una necesidad y nunca imaginó la posibilidad de cocinar como opción para conseguir ese ingreso que necesitaba. Pero su ímpetu y su personalidad inquieta hicieron que no se quedara esperando, decidió tomar las riendas de la situación y comenzó con un proyecto que hoy la llena de satisfacciones.

"De lo poco que cocinaba, mi familia me decía que mis budines eran ricos, según los catadores que estaban en casa, y como yo estaba pensando en ese momento cómo hacer para pagar la competencia de la nena y que pudiera viajar, surgió la idea", recuerda.

"En ese momento la plata que tenía que juntar para mí era un montón porque era pagar la inscripción, el torneo, a la Federación, la estadía, el transporte y a eso sumarle que me habían abonado mal el sueldo, entonces tenía que pagar  mis deudas del mes", indicó. Fue así que compró 4 kilos de harina y en la cocina de su casa preparó los primeros budines. Comenzó con los sabores clásicos de vainilla y chocolate, pero con el tiempo fue sumando otras opciones que hicieron el diferencial y que hoy son los más elegidos por sus clientes, como zanahoria con harina integral, de banana, naranja o coco. 

Ahora su marido y sus hijos se sumaron al proyecto, dedicándose a todo lo que es el empaquetado. Compró una batidora más grande y mejoró el stand con el que va cada fin de semana a la feria de emprendedores que se lleva a cabo en los arcos romanos, en el centro neuquino. Compró dos gazebos porque hay fines de semana donde su marido va a otra otra  con los mismos productos. Y pasó de cocinar 4 budines en la cocina a comprar una nueva que le permite producir en mayor cantidad. 

"Estoy ganando más como emprendedora que como docente de matemática de nivel medio, trabajando 36 horas semanales", afirmó feliz de su logro. Pero claramente el proyecto crece a base de un esfuerzo incansable, porque la preparación comienza dos días previos a la feria y prácticamente no tiene fines de semana. Salvo en el verano cuando se toma un descanso para estar con sus hijos.

"A veces me ha implicado dormir dos horas e ir con dos horas de sueño nada más a la escuela, por ejemplo, yo arranqué un jueves a producir para el fin de semana. Estoy saliendo alrededor de las 5 de la tarde de la escuela y llego a cocinar".

Pero siempre hay proyectos nuevos, y en el último tiempo la venta de budines le permitió afrontar todos los gastos de la fiesta de 15 años de su hija. "Todo lo que es ganancias de la venta me llevó a que pueda pagar el cumpleaños de mi hija, todo lo hicimos con ese dinero, con muchas horas de trabajo y mucho esfuerzo, la verdad es que me da mucha felicidad. También pudimos cambiar el auto porque necesitaba algo más grande para llevar mis cosas, y lo logramos", contó emocionada.

A Yanina le quedan dos años para jubilarse como docente y todas sus proyecciones estàn puestas para ese momento, en el que planea cumplir un nuevo sueño: "Me encantaría poder abrir una casa de té, diversificar muchas cosas, ya sería algo mío doonde pueda vender todos mis productos y sumar nuevas cosas, algo especial, un lugar fijo donde ya no pase frío, viento ni calor como en las ferias al aire libre", afirmó.

Reconoce que como cualquier trabajo implica mucho tiempo, dedicación y constancia. Ya que a las 36 horas semanales que le dedica a la docencia, se suman las horas de preparación y horneado de budines. Pero además el poco tiempo libre que tiene se lo dedica a sus pasiones como el deporte de montaña y el entrenamiento.

"Desde chica tenìa la locura de ir al Lanín y dije algún día voy a ir allá. Bueno, pasaron los años nunca podía y en el 2017 justo coincidió que comenzó un grupo acá en la barda Neuquén, escaló el Domuyo, también en Mendoza el Cordón de plata viste, eso me encanta, soy bastante inquieta", reconoció.

Y asegura que lo más gratificante es el ejemplo que ven sus hijos, "mi dijeron yo cuando sea grande quiero ser así como vos, con esas pilas de emprender, porque ellos saben lo que cuesta todo, el laburo de un año, ir juntando un mango arriba al otro, eso me gratifica", expresó.

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