Carlos Omar, el histórico locutor de Comodoro que con 87 años sigue vigente y deja una huella en la radiofonía patagónica
Debutó como locutor en su propio acto de egresados, trabajó en YPF como cadete y condujo el primer noticiero mañanero de LU4. Carlos Omar Bareilles es sinónimo de radio en Comodoro Rivadavia y la Patagonia. Hoy, con 87 años, el fundador de Radio Del Mar continúa activo acompañando a las familias en su tradicional programa “Nuestras Mañanas”. Historia de un hombre que supo emprender, innovar y construir su propio legado.
“Mirando estos 25 años para atrás me queda la alegría y los sinsabores que se vivieron, porque en algún momento el Comfer me quiso confiscar los equipos y me salvó Jorge Aubia que era intendente. Pero si algo me queda de alegría, es que mis hijos siguieron lo mismo que yo. El Oso, que se fue temprano, Claudio Guillermo, que ahora está con un emprendimiento propio, y mi hija Meneca, que hace unos años se fue a vivir a Portugal y me ha hecho corresponsalías desde allá. También mi nieto, el Osito. Eso es algo que me enorgullece”.
Quien habla es Carlos Omar Bareilles (87), más conocido como Carlos Omar. Su voz es inconfundible, tanto a través del teléfono como en persona. Muchas generaciones crecieron escuchando su voz en la radio, primero en LU4, luego en Radiovisión, un tiempo en Radio City, quizás algo que muchos olvidaron, y ya a partir de la década del 90 en Radio del Mar: la FM que él mismo fundó y convirtió en la emisora más escuchada de la ciudad.
EL HOMBRE DE LA RADIO
Son poco más de las 9 am y Omar habla en “Nuestras mañanas”, el programa que comenzó hace más de 25 años. Junto a Héctor Cárdenas, Víctor Amigorena y Soledad Herrera comparten anécdotas. La charla gira entre recuerdos y personas, se escucha “Valey”, “el Oso” y otros tantos que pasaron por Radio del Mar. Omar recuerda y celebra, pronto la radio cumplirá 25 años y él, con casi nueve décadas de vida, sigue vigente.
Minutos después le escribo un mensaje por WhatsApp con la intención de entrevistarlo y cerca de las 11 am, cuando ya finalizó sus tareas radiales, responde con un llamado. “Hola Fredi, ¿cómo estás?, soy Omar”, se escucha del otro lado. Es el hombre que toda la vida escuché en la radio.
La entrevista se pauta para el día siguiente en su estudio, el lugar desde donde sale todas las mañanas en la radio, recuperando esa antigua consola que durante 7 años usó en Portugal, uno de sus tantos proyectos que tuvo. Cuando baja a recibirme, me estrecha la mano y subimos. El espacio es una pequeña habitación con un escritorio antiguo hecho de buena madera, firme. El micrófono permanece en un pie y al lado están los auriculares y un teléfono tradicional, de esos que las nuevas generaciones no conocen. Con ese aparato se comunica con San Martín 353, el estudio principal de la radio.
La entrevista comienza entre datos, recuerdos y reflexiones. “Mi nombre es Carlos Omar Bareilles, ahora en unos días cumplo 88 años, bah, en unos días, el 29 de agosto, pasa que me quiero hacer el grande”, dice y ríe.
Carlos Omar nació en Santa Rosa, La Pampa, creció en Comodoro, donde llegó a los 4 años. Vivió en la Loma, el Campamento 99 y el barrio 9 de Julio. Con precisión recuerda detalles de su vida, su infancia y el Comodoro de antes. “Hice primer grado inferior en la escuela 119, en ese entonces no había jardín de infantes, y primer grado superior lo hice en la antigua 24, hoy conocida como la escuela 83. La secundaria fue en el Perito Moreno, cuando todavía funcionaba en unos galpones de Kilómetro 3. Nos moríamos de frío, tenía unos ventanales enormes, estaba al lado de la Compañía de Comunicaciones 9, y después, nosotros, inauguramos el nuevo edificio del Perito Moreno, la mitad del quinto la hicimos ahí”.
Cuando repasa de su vida, Carlos Omar recuerda distintos momentos de Comodoro. Su infancia y su adolescencia en el Campamento 99, donde está el barrio Stella Maris; el trabajo de su padre como baterista en YPF; los tres tanques de petróleo que había en la zona costera; las caminatas para llegar a Rada Tilly entre arenales y casillas de chapa, y sus días en el barrio 9 de Julio, donde vivió el final de su adolescencia hasta que se independizó.
Diferentes recuerdos aparecen en su mente, pero quizás el más fuerte siempre es el del Perito Moreno, el lugar donde comenzó su propia historia con la radio. “Era un colegio de lujo, estaba impecable, hasta un equipo de comunicación tenía. Había una salita y un micrófono para poner música. A mí me gustaba eso y pedí permiso para pasar alguna cosita en el recreo”.
“Ponía música, pasaba alguna noticia del colegio, tal es así que cuando llega la fiesta de fin de año, el rector, que era el señor Martínez, me llamó a la dirección y me preguntó si la noche de gala la quería presentar yo. Yo le dije, ‘pero si yo no estuve nunca frente al público’, y ahí debuté frente a mis compañeros y la familia en el Español”.
Por ese entonces, Carlos Omar ya trabajaba. Era cadete de YPF, el lugar donde prestaba servicios su padre, un peón de campo pampeano que vino a buscar un mejor porvenir a la ciudad del petróleo.
Así, estudiaba a la mañana y trabajaba a la tarde. Pero todo cambió cuando decidió participar de un concurso que hizo Jorge Canel en LU4, la única radio que funcionaba en la ciudad y en gran parte de la Patagonia.
“Con Domingo Herrero y con (Mario) Bladilo éramos muy amigos. Y cerca de los 20 años, Jorge Canel empezó unos programas en LU4. Él vino a innovar e hizo un programa de concursos y nos presentamos. Había que interpretar un sketch con la locutora, en otro hacerse el presentador y Canel me dijo ‘vos no salís mal, ¿no te interesa?’. En ese tiempo, él tenía Excélsior Publicidad y me dio algunos programas, algunas salidas. Yo me volvía loco, estaba saliendo por radio. Llegaba a casa y le decía ‘¿vieja, me escuchaste?’. Así empecé, con Peñas Guachas de Gilmore, donde pasaron infinidad de valores. Transmití carreras de coches que se hacían en ruta, en caminos de piedra, y cuando se inauguró el autódromo hicimos campañas en radio para juntar bolsas de cemento. Esos fueron los inicios”.
Carlos Omar siempre fue emprendedor, aunque el término en esos tiempos no existía. Cuando Jorge Canel decidió volver a Buenos Aires, junto a Mario Bladilo decidieron comprar Excélsior e iniciar su propia empresa. Eran tiempos donde todo estaba por hacerse.
“Con Negri iniciamos un programa de noticias a las 8 de la mañana. En esos tiempos no había tanda de noticias tan temprano, era tanda y música, la radio era toda acartonada”, dice estirando las sílabas y copiando el estilo. “Eran 15 minutos y nos matábamos de risa. Un día, me acuerdo, nos llamó el director, José Álvarez Lorenzo, y nos dijo ‘esto es un noticioso, el noticioso de Casa Errada’, que era una concesionaria de autos, y nos dijo ‘o hacen el noticioso en serio o hacen un programa en joda, pero así no’. Medio que no nos sabíamos ubicar, pero cambiamos y seguimos”.
Cuando Negri decidió irse a Buenos Aires, él continuó con el programa: “Las mañanas alegres de Argensud”, una firma que estaba frente al correo. En esos años, LU4 era la única emisora por estas latitudes. Combinaba programación local y transmisiones de Radio El Mundo. Omar admite que tenía debilidad por Cacho Fontana y Antonio Carrizo. Sin embargo, había un problema. Ellos salían por Rivadavia y no se emitía en Comodoro. Eran tiempos distintos.
“A mí me gustaba el estilo de Cacho Fontana, lo intentaba copiar, pero como no salía acá, yo tenía una amiga que era estudiante en Buenos Aires y le mandaba cintas. Ella me grababa el programa ‘Fontana Show’ y me lo mandaba por correo. Me acuerdo que me pasaba horas escuchando, veía que había otra cosa, era innovador: entraba con móviles, reportajes, con chistes y me fui adaptando a eso, porque dije ‘esto es radio’, acá los locutores seguían con el ritmo acartonado”.
En estos tiempos, ser locutor en LU4 era lo máximo para un profesional de los medios. La radio tenía cobertura en gran parte de la Patagonia y era la referencia de Trelew, Madryn y Caleta Olivia, que compartía alcance de LU12, Río Gallegos.
“Fue una linda época. En esos tiempos ser locutor de LU4 era casi como ser un astro”, admite Omar. “Me acuerdo que me invitaban a asados, a partidos de fútbol, mucha camaradería. Me acuerdo del paralelo, el auge petrolero, cuando venían los yankees e iban al Gran Hotel y prendían sus puros con billetes, los coches hermosos que venían por la importación. Conocí un Comodoro con calles de tierra, la San Martín y Rivadavia de doble mano, con los postes de una garita de policía en algunas esquinas, los carnavales de esa época, los bailes, las carrozas, esas cosas que se hacían maravillosas”, recuerda con una sonrisa.
Durante 30 años funcionó Excélsior Publicidad, hasta que una vez que se alejó Bladilo, por una enfermedad, se disolvió la sociedad y nació Carlos Omar Producciones en la galería Stefanoff.
El cambio obligó a modificar el nombre del programa y surgió “Nuestras mañanas”. Los comienzos fueron en Radiovisión, la primera FM de Comodoro que inauguró Ricardo Astete junto a José Andrés Chicha. Fue en esos tiempos en que Carlos Omar comenzó a pensar en su propia emisora, y así nació Radio del Mar.
Este año la emisora cumplirá 25 años al aire, siendo el pilar fundacional “Nuestras Mañanas”. El programa previamente tuvo un paso por Radio City de Sandra Baldessari y Martín Saez, y una vez que la emisora estuvo lista, Omar junto con Atilio Grati lo pusieron al aire en el 104.7 MHz, donde debutó la emisora.
Es que durante unos años, del Mar deambuló entre distintas frecuencias, hasta que luego del intento de cierre del Comfer, regularizó su situación y se quedó en el 98,7, hoy otra marca registrada.
En la actualidad, Carlos Omar ya no es el propietario de la emisora y se enorgullece de que Héctor Cárdenas, quien alguna vez fue su cadete en Excélsior, sea el director.
Por supuesto, en estos 25 años grandes cosas quedaron en su memoria, entre ellas, las siete temporadas que viajó a Portugal para transmitir desde una ciudad cercana a la playa de Algarve, donde se radicó su hija Meneca.
“Lo hice durante años, una vez por año viajaba. Vendía publicidad a los comercios portugueses y con eso me pagaba el viaje. La gente me preguntaba en la calle, ‘¿pero vos sos portugués?, ¿tenés familia?’ ‘No, nada’. Iba porque mi hija y su esposo se habían ido de muy jóvenes a vivir allá. Entonces yo tenía un programa que lo hacía todos los domingos, a las 8 de la mañana acá, y una vez al año, durante un mes, generalmente en abril, lo hacía desde allá. Les hacía nota a los parientes de los portugueses que vivían acá y se volvían locos. Me decían ‘hacele nota a mi abuelo que está allá y tiene 90 años. Entonces iba con este mismo equipito, este mismo micrófono y hacía salidas desde allá, con Oso en el estudio en Comodoro”.
“Con esa excusa me iba todos los años, fue algo muy lindo. Después, en estos 68 años de radio, me quedan las campañas que hemos hecho. Estando en LU4, mi socio Mario José Bladilo estaba en el Club de Leones y tenía mucho que ver con la construcción del Cabín. Ahí hicimos una gran campaña, conseguimos bolsas de cemento, diferentes cosas, como también lo hicimos con el autódromo o con el mismo cura Corti, que lo tenía siempre en mi oficina”.
Carlos Omar se enorgullece de que nunca dejó la radio, ni siquiera cuando tuvo que pasar por un quirófano por un problema de columna. Durante tres meses salió desde “el estudio de Buenos Aires”, cuenta entre risas al recordar ese momento y las salidas telefónicas desde el departamento donde estaba. Es que así es la magia de la radio, algo que de alguna forma está cambiando por las redes sociales y las nuevas tecnologías.
La charla va llegando a su fin. Carlos Omar lo dice, “hay que adaptarse si no querés quedarte”. Reniega que hoy en radio se dice cualquier cosa y de cualquier forma, pero siente que en Comodoro Rivadavia es distinto, “hay buen nivel de radio”, asegura.
En su caso, admite que nunca ha sido un gran crítico y solo se ha abocado a hacer locución, y se enorgullece de haber plasmado un estilo que hoy continúa vigente en la radio.
Por supuesto, hoy ya no va todos los días al estudio principal de Radio del Mar, pero sigue estando presente de 8:00 hs a 10:00 hs, liderando el equipo.
Luego de 40 minutos, el grabador está a punto de detenerse y la pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo le gustaría continuar? “No sé hasta cuándo. Muchas veces dije ‘tendría que parar ya’. Voy a entrar a estar cerca de los 90, pero mientras siga existiendo la voz y la cabeza me dé, vamos a seguir. No he hecho otra cosa más que radio en mi vida y a veces lo pienso, pero me hago callar el pensamiento y digo ‘no, mientras la voz aguante, tenga discernimiento y la gente me siga tolerando, pues sigo’. A mí me encanta, es mi vida”, cierra el hombre que es gran parte de la historia de la radio de la ciudad y la Patagonia.