“Esto se escuchó siempre, todo el mundo en el club tiene claro que él donó el número premiado que había comprado”. Julio Núñez, tesorero del club Santa Lucía, conoce la historia. No la vivió en primera persona, pero admite que todo socio del club da fe de aquel hecho que casi es una leyenda urbana y que tiene al doctor Carlos Torres Tarling (79) como protagonista.

Según cuenta la historia, el médico que este martes tendrá su último adiós (su velatorio será de 8.30 a 14:00 hs en la sala de la avenida Yrigoyen), alguna vez tuvo un gran gesto con el club del cual había sido presidente y entregó un importante premio de azar que sirvió para edificar las instalaciones de la institución.

“Toda la gente habla que fue un gran hombre, un señor con muchos valores y en el club todo el mundo tiene claro que él donó el número premiado que había comprado. La cosa fue así: el señor Torres compró dos números de lotería, uno para el club y uno para él, y salió premiado el que había decidido comprar para el club. Y en un gran acto de honestidad entregó el número y con ese dinero se hizo la infraestructura que tiene hoy la casa del club”. 

La acción de Torres Tarling es casi una leyenda urbana en Comodoro. Muchos conocen la historia pero pocos la pueden certificar con puño y letra. Lotis Groshaus, quien participó de aquella comisión directiva que encabezó entre 1977 y 1978, lo confirma a ADNSUR a través de Núñez, dándole veracidad al testimonio. 

Lo cierto es que Torres Tarling fue mucho más que un apasionado por el deporte. El médico dejó una gran huella en el ámbito de la salud y este lunes, en cuanto se conoció la noticia de su muerte, diferentes instituciones lamentaron su partida, principalmente SEROS, donde era auditor; DASU, donde aún tenía su consultorio y la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, donde pasó gran parte de su carrera.

DE LA PLATA A LA PATAGONIA

Torres Tarling era oriundo de La Plata pero hace varias décadas estaba en Comodoro, la ciudad a la que llegó en la década del 70 contratado por YPF. Silvia Espinoza, su esposa, habló con ADNSUR en la tarde de este lunes y a modo de homenaje compartió algunos datos de su vida. 

El médico nació el 3 de agosto de 1944, era el mayor de tres hermanos y siempre quiso estudiar medicina. Cuenta Silvia, que Carlos siempre decía ‘yo me recibí de médico porque vivía en La Plata’ y recordaba aquella vez que de niño lo mordió un perro y mientras lo curaba el médico le confesó que quería ser doctor. Quizás por eso o por aquellos recuerdos de su vida, fue que decidió estudiar Medicina, la carrera que lo trajo para estos pagos.

Es que cuando se recibió Torres Tarling tenía dos opciones: irse a Estados Unidos o venir a la Patagonia y eligió la propuesta de YPF, la petrolera estatal que en ese entonces era sinónimo de progreso, bienestar y contención al trabajador petrolero de estas tierras. 

Así, se mudó al sur del país y comenzó a prestar servicios en el Hospital Alvear, su primera casa, donde fue jefe de cirugía. 

La privatización de YPF y los vaivenes que vivió el nosocomio del 3 en la década del 90 lo terminaron expulsando del hospital y Torres Tarling continuó su vida en el ámbito privado. Operó en la Clínica Napolitani, la Asociación Española y también trabajó en SEROS; la obra social universitaria y la UNPSJB, los últimos lugares que lo vieron como profesional.

Su legajo también cuenta que fue presidente del Club Santa Lucia, que alguna vez trabajó en la Lotería de la Plata y que rechazó una oferta de administrativo con su tío para ingresar a la facultad.

UN APASIONADO POR EL DEPORTE

En el plano familiar, su historia dice que conoció a Silvia en la década del 80, nueve años después que se divorció de su primer matrimonio. Ella era instrumentadora quirúrgica y unos libros terminaron formando un vínculo. Tuvieron cinco hijos y compartieron más de 42 años juntos. 

Al recordarlo, ella lo define como un fanático del deporte. “Siempre estaba mirando algo: fútbol, básquet, tenis. Le encantaba el deporte, cuando era joven jugó en la Plata Rugby Club y acá jugó al tenis, golf, al bridge y al ajedrez, jugaba muy bien, salió en los diarios por eso”, recuerda con una sonrisa.  

Cuenta Silvia que Torres Tarling también era un apasionado de la medicina y la docencia. En la UNPSJB no sólo fue uno de los primeros profesores de la carrera, sino también fue docente de muchos bioquímicos y farmacéuticos que hoy están en actividad.

El doctor Carlos Torres Tarling junto a sus compañeros de trabajo en SEROS.

En los últimos dos años su funciones estuvieron centralizadas en DASU y SEROS, donde “le gustaba ir porque estaba en contacto con sus compañeros”. 

Vanesa Anchordoqui da fe de ello. La delegada de SEROS en Comodoro, cuenta que conoció al médico cuando ella ingresó al instituto hace 20 años. “El doctor Torres Tarling ya formaba parte de la auditoría médica. Nosotros lo cargabamos porque era un ser incansable. Trabajaba todos los días hasta las 6 o 7 de la tarde con un compromiso inagotable, super humano y con una calidad de profesional increíble. Ha atendido a miles y miles de personas de la ciudad, muchas generaciones y todos decimos lo mismo: la enorme persona que era, siempre tan humano, tan predispuesto. Es una pérdida enorme la que tuvimos”.

Vanesa y Silvia coinciden en que el médico vivió sus últimos días como él quería: trabajando. El jueves Carlos tuvo una leve descompensación mientras estaba en las oficinas de SEROS y decidieron acompañarlo a la Española, donde quedó internado.

El cuadro parecía menor, iba a quedar en observación. Sin embargo, con el paso de las horas se fue complicando y el domingo por la noche finalmente falleció. 

"Es admirable lo que ha significado para el instituto”, asegura Vanesa Anchordoqui, delegada de SEROS en Comodoro.

Vanesa cuenta que el lunes, el equipo de la obra social provincial se tomó un momento para recordar a Torres Tarling y todos coincidieron en algo: “hemos tenido el enorme privilegio de poder compartir la tarea con una persona tan especial, con una enorme empatía, siempre dispuesto a querer colaborar con nosotros, siempre dispuesto y comprometido con su trabajo. En definitiva ha querido irse como ha querido, trabajando incansablemente como ha querido. Imagínate que nunca tuvo una jornada reducida y nunca pidió nada excepcional. Estuvo trabajando todo el tiempo sin parar. Es admirable lo que ha significado para el instituto”.

Silvia, en tanto, esperaba la llegada de sus hijos y la hermana de Carlos para darle el último adiós. Con orgullo, admite que todavía tiene en su casa aquella bandeja de plata que alguna vez le obsequió el club Santa Lucia por el enorme gesto que tuvo con la institución y que destaca “la honestidad del doctor Carlos Torres”, la huella que supo dejar este hombre que hizo de la medicina su vida y su pasión. 

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