María Juana Cereceda, la creadora de El Camaruco, el ballet que apadrinó Luis Landriscina y que representa a Comodoro por el mundo
Es tercera generación de comodorenses, creció entre el Centro y Kilómetro 3 y, junto a su marido, Hugo, creó uno de los ballet de folclore más importantes de la Patagonia. María Juana Cereceda es una de las históricas hacedoras culturales de Comodoro, ciudad a la que El Camaruco representó en Europa, Latinoamérica y Cosquín, el escenario al que sueña llegar todo folclorista.
María Juana Cereceda (68) tenía solo 12 años cuando comenzó a dar clases en Orión, la única academia comercial y cultural que en esa época había en Comodoro Rivadavia y que funcionaba en la esquina de Urquiza y Ameghino. Poco recuerda de cómo terminó siendo profesora, pero de algo sí está segura: cuando Petra Ayechu de Cercos dejó de dar clases en el establecimiento, le dijeron a ella que enseñara. Era una nena, todavía no estaba recibida, pero tenía las cualidades para hacerlo y empezó.
María Juana es una de las grandes hacedoras culturales que dio Comodoro Rivadavia. Tercera generación de comodorenses, hace 53 años junto a su marido, el recordado Hugo Valverdi, fundó El Camaruco, ballet que representa a Comodoro por el mundo.
La bailarina toda su vida estuvo vinculada a la danza. A los 4 años comenzó a bailar por pedido de sus abuelos paternos ―dos españoles que habían llegado en 1917 y que eran fanáticos de la danza clásica y española― y nunca más dejó, tal como recuerda. “Yo empecé a los 4 años porque mis abuelos eran fanáticos de la danza española. Comencé con una profesora francesa que estaba acá en la época de la gobernación militar. Me acuerdo que en esa época no podíamos avanzar porque no teníamos profesores, los profesores se iban; y no sé qué pasó ni cómo pasó, pero de golpe me vi dando clases porque la profesora que estaba, que era Petra Ayechu de Cercos, dejó de dar clases. Mi mamá era una mujer muy audaz y me dijo ‘tenés que trabajar, yo te ayudo’, y así empecé”.
Por ese entonces, María Juana y su familia ya habían dejado el Centro para mudarse a Kilómetro 3, el lugar donde quería vivir su madre por el verde que tenía y donde funcionó Casa Nona, el local de sus padres, y donde conoció a Hugo.
UNA PAREJA QUE HIZO HISTORIA EN LA CULTURA
María Juana recuerda que una tarde Valverdi apareció en el local de sus padres sabiendo que allí había alguien que bailaba folclore. Recién había llegado de Las Estancias, Catamarca, para buscar un mejor porvenir y quería bailar para tener algo que lo regrese a sus pagos, aunque sea por un ratito.
Así comenzó su historia con María Juana, con quien poco tiempo después se puso de novio y unos años más tarde se casó, a pesar de las 13 primaveras de diferencia que los separaban. La bailarina admite que ese muchacho que trabajaba en la parte de contaduría de YPF, “fue el amor de toda la vida”, con quien compartió el folclore y los sueños que hicieron realidad El Camaruco, aquel ballet que crearon poco tiempo después de ponerse de novios.
UNA PEÑA QUE COMENZÓ GRACIAS A UNA INVITACIÓN
Al recordar los inicios de El Camaruco, María Juana asegura que todo se dio de forma casual. Un día, unos amigos que vivían en Caleta Córdova los invitaron a dar clases en el barrio sabiendo que había actividades para los chicos. “Ellos tenían dos hijos y nos invitaron para que vayamos a dar clases. No había ninguna actividad deportiva ni cultural, así que nos conseguían la iglesia del barrio y quince alumnos. Así empezamos, yendo sábado y domingo como peña de Caleta Córdova. Primero empezamos en la iglesia y como después nos quedó chica nos consiguieron la escuela. Pero se fue agrandando, y con el boca a boca nos llamaron de Rada Tilly, Caleta Olivia, Truncado, Kilómetro 5; siempre trabajando muchísimo, porque al principio íbamos por tres alumnos, pero imaginate que en Caleta Olivia terminamos con 500, y en Truncado llegamos a tener 250”.
La profesora admite que en esos tiempos de juventud era raro bailar folclore en Comodoro. Sus amigas, con quienes estudiaba en el Instituto María Auxiliadora, solían ir a los boliches de moda, pero ella elegía los bailes de Truncado o donde algún bombo sonaba. “Era un bicho raro y ellas no lo podían entender, porque solo bailaba la gente norteña, acá no bailaba nadie”, recuerda.
Lo cierto es que poco a poco El Camaruco fue creciendo, hasta que en 1976 un primer viaje iba a cambiar el rumbo. “Llegó un momento en que tuvimos que empezar a pensar más allá, porque teníamos tanta cantidad de alumnos importantes y teníamos que empezar a formar grupos por edades y ver la calidad de cada bailarín. Eso coincidió con que en 76 el Centro Catamarqueño quería llevar un grupo al Festival del Poncho y quería que vaya El Camaruco. Fuimos como peña, pero cuando llegamos vimos que los que se llamaban ‘ballet’ eran mucho peor que nosotros. Entonces dijimos ‘vamos a empezar a llamarnos ballet’ porque vimos que estábamos en un nivel buenísimo”.
Así comenzó la historia de ballet el Camaruco, que en 1982 fue declarado ballet oficial. Para poder tener una denominación el grupo necesita un padrino, y fue el humorista Luis Landrisina, quien ofició de padrino para poder conformar el ballet. Desde entonces la academia no paró de crecer, y en otro viaje volvió a encontrar una oportunidad para tomar más impulso. “En el año 86, nos hizo un click porque fue el primer año que fuimos a España. Nosotros dábamos clases en el Centro Gallego y llegó una carta a Lagos que quería que el folclore de la Patagonia este en el festival de Ferrón. Teníamos que pagarnos los pasajes y empezamos a trabajar y pudimos llegar a lograrlo. Hicimos de todo, desde rifas, bingos, empanadas”.
Durante un mes y medio, 55 personas mayores de 16 años estuvieron en España dando inicio a una serie de giras que incluyeron países como: España, Italia, Eslovenia, Rusia, México, Portugal, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay, Uruguay. Y siempre acompañados de otros artistas como: Alberto Pachano, Beto Ceballos, Pancho Jara, Guillermo Terraza, Lucas Santiibañez, el Vasco Salaberry, Martín Diaz.
Para María Juana, cada viaje significó un aprendizaje, la oportunidad de seguir aprendiendo y creciendo. “Era un triunfo cruzar el charco en esa época y nos abrió la cabeza de poder extendernos más, porque pensamos ‘si llegamos nosotros puede llegar otra gente”. Fue en los primeros viajes, donde María Juana se dio cuenta que muchos festivales en Europa estaban subvencionados por el Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales Folclóricos que depende de la UNESCO.
Así, convencida de que ese era el camino comenzó a participar y en 2000 logró que una de las convenciones se realice en la ciudad, algo que ayudó al ballet a llegar a otros festivales y otros lugares.
En su historia, El Camaruco ha llegado a tener más de 1800 alumnos de diferentes partes de la región. María Juana sabe que dentro de un tiempo será momento de dar un paso al costado y que continúen con el legado sus hijos, Nazareno y Belén, aunque sabe que para eso todavía falta. Mientras tanto, disfruta sus tardes en el ballet, y también aquellos viajes como examinadora del Conservatorio Fracassi, sabiendo que El Camaruco es su vida.
“Es parte de mi vida. Para mí es un orgullo porque es algo que hice con gusto, con ganas y que siempre fue en familia, porque siempre fue un emprendimiento familiar. Pero yo creo que el futuro va a ser mucho mejor que el presente, porque lo veo en mis hijos, mi nuera, los profes, las ganas que tienen de avanzar, de progresar, que no le dicen que no a nada. Eso es lo lindo. Entonces el futuro va a ser mucho mejor que el de ahora, con más tecnología y más amor del que tuve yo”, dice María Juana Cereceda, la mujer que creció al lado de la danza e hizo del folclore una marca registrada.