Qué está pasando con mi cuerpo? se preguntó Cecilia el día que perdió su tercer embarazo. Llevaban tres años intentando y, otra vez, la ecografía mostraba el peor resultado. Necesitaba saber que sucedía y en las terapias alternativas y con dos hematólogos buscó las respuestas que tanto necesitaba, aunque recién era el principio de todo lo que iba a venir. 

Son casi las 8 de la noche, Cecilia y Diego ya terminaron sus jornadas laborales. Uziel corre por el patio mientras juega con Iris, su abuela postiza, y cada tanto regresa a la mesa para reír, pedir algo o simplemente participar de la charla.

El pequeño tiene 1 año y 9 meses. En diciembre cumplirá 2, una fecha muy especial para estos padres que hicieron todo lo que estaba a su alcance para poder disfrutar de su hijo.

Diego y Cecilia junto a Uziel y Delfina, su hermana mayor. Foto: Archivo familiar.

Cecilia (38) y Diego (42) crecieron en Comodoro y hace unos años viven en Rada Tilly. Se casaron en diciembre de 2015 y un año después comenzaron a intentar quedar embarazados, pero no imaginaban que la búsqueda se iba extender 6 años, con estudios, médicos, pérdidas y mucha incertidumbre. Es que en cada embarazo pasó de todo. 

“Al año que nos casamos empezamos a buscar”, cuenta Ceci en la charla con ADNSUR. “El primero fue un embarazo anembrionado, en el que justamente no se forma el embrión y el cuerpo actúa como si fuese embarazo. Todo iba normal hasta que un día tuve una pérdida. Diego estaba viajando a un Inter Liceo de rugby y comencé con sangrado. Fue feo, pensé ‘qué cagada’, pero ahí quedó. Le comenté a conocidos y todos me decían que su tía, su prima, habían perdido al primer embarazo, que era medio normal, entonces no me preocupé. El segundo fue un embarazo ectópico; se formó el embrión y quedó alojado en una de las trompas de falopio. Me dolía mucho y en un momento pensé que podría ser apendicitis, pero cuando me hicieron una ecografía vimos que estaba alojado en la trompa. Pensé que tenía mala suerte, ‘a seguir buscando’, ese fue mi pensamiento lógico”.

Cada pérdida significó un sangrado y una desilusión para Ceci y Diego, pero siguieron buscando. En el tercero, todo iba normal. El embrión estaba fecundado, pero en una ecografía de rutina descubrieron que ya no había latido. Ese día, Ceci pensó que algo estaba pasando en su cuerpo.

“Acá hay algo más que está pasando”, pensé. “Me acuerdo que viajé a Esquel a ver una chica que hacía terapias alternativas como para ver otra cosa que no sea físico y después nos hicimos un examen de trombofilia con dos hematólogos de Comodoro. Fui con uno, le llevé el resultado negativo a la ginecóloga y me dijo que vaya a hacerlo con otro hematólogo en el que confiaba más. El relato es rápido, pero todo llevó mucho tiempo, porque era sacar turno, ir, la espera y cada pérdida era un raspado del útero”, cuenta con precisión.

La pareja siguió intentando, buscando a pesar de los obstáculos y así llegó el cuarto embarazo. Todo iba bien, pero al igual que al anterior, antes del tercer mes, lo perdieron. La búsqueda de respuestas continuaba y esta vez apareció otra opción: la trombofilia. “Una médica me dijo, ‘para mí vos tenés trombofilia’. Los estudios me daban negativo, pero ella estaba convencida y me dijo, ‘mirá, si tenés posibilidad viajen a Buenos Aires, vayan a ver a esta hematóloga para ver qué te dicen’. Me hice el estudio y me dio un valor que no era ni positivo ni negativo. Y me dijo: ‘Lo que puede estar pasando es que cuando quedás embarazada ese valor se dispara y por ende el bebé no se alimenta como debe ser’”. 

Con esa posibilidad, Cecilia se comenzó a inyectar heparina. Diego era el enfermero que cada día colocaba el inyectable, esperando que esta vez dé resultado, pero otra vez el resultado fue negativo.

“Me acuerdo que pasamos la segunda ecografía y en la tercera llevamos a Delfi, mi hija, a ver al hermanito”, recuerda Diego. “Cuando estábamos ahí, la doctora empezó a buscar y nos dijo: ‘chicos, no tiene latidos’. Nos fuimos destrozados”.

¿Qué pasaba? se preguntaban, también si habían puesto mal la inyección. Cada vez había más preguntas. 

Ceci y Diego, el día que se casaron. Foto: Archivo familiar.

EL SUEÑO DE SER PADRES

Cecilia admite que nunca tuvo inconvenientes en contar lo que pasaba, sabía que alguien podía ayudar o alguien le podía brindar algún consejo. “Yo no tengo problema de contarlo porque siempre ayudás a alguien o te enterás de algo. Entonces siempre fuimos como abiertos a contar.  Yo hice terapia, hice de todo y me acuerdo que en el tercer embarazo, la psicóloga me preguntó ‘¿Y qué vas a hacer?’. Yo le dije, ‘voy a transitarlo e intentarlo de nuevo’. ‘¿Y vos tenés ganas?’, me preguntó. ‘Sí, por qué no’, ‘¿te pregunto porque es muy fuerte todo lo que se vive con las pérdidas y no todo el mundo tiene ganas de volver a pasar por eso’".

Cecilia tiene su propia respuesta. “Creo que al no internalizar tanto, emocionalmente, fue como ‘sigamos buscando’, nunca sentí ‘no quiero más’, siempre quise seguir buscando. Otra cosa que nos decía la psicóloga era las ganas nuestras de ser padres y el amor que nos unía para seguir adelante, porque muchas veces estas situaciones pueden desencadenar en crisis de parejas, pero siempre estuvimos muy unidos”. 

Para el sexto embarazo, Cecilia fue a ver una inmunóloga en Buenos Aires. Pensaban que el problema podría estar asociado a otra patología y le dieron una dieta súper estricta y suplementos para reforzar, pero el resultado fue el mismo. 

Para Cecilia esa pérdida no fue una más, de alguna forma, se planteó seguir intentando, pero dejar todo en manos del destino. “Dije ‘ya está, estamos constantemente empezando en el embarazo y nos estamos perdiendo vida de no embarazados’, vivir otras cosas como pareja y ahí sentí como una súper relajación, si tiene que llegar va a llegar”. 

UN ÁNGEL PARA UZIEL 

En esa búsqueda incluso vieron al doctor Pascualini, una eminencia en fertilización asistida quien, ante su caso, les dio un simple consejo: “sigan probando si ustedes quedan embarazados”. Lo que nunca imaginaron es que la respuesta que tanto buscaban iba a llegar a través del consejo de la paciente de una amiga. “Una amiga, que es bioquímica, una vez sacándole sangre a una chica que había pasado por un par de pérdidas, le contó de nuestra historia y le dijo ‘decile que vaya a ver a Graciela Kortebani, que es una genia, una divina, la va ayudar’. Dijimos una más, ‘vamos a seguir buscando’”.

La pareja recuerda esa primera conversación vía Zoom con lujo de detalle. La doctora les preguntó si se habían hecho un listado de estudios y ellos a todos contestaron que sí, excepto uno: el Crossmatch.

“Ya habíamos pasado por todo”, recuerda Diego, “y nos preguntó. Ceci se había hecho recuento de óvulos, ecografías intravaginales, muy invasivo todo, pero ese estudio, no. Es como que mide si la mujer genera anticuerpos contra ese cuerpo que se está gestando y nos dio cómo que no se generaban. Pensamos ‘esto debe ser complicado, caro’, pero la doctora nos dijo, ‘chicos, esto es simple, viene Diego, le saco sangre y se lleva unas vacunas’. Yo justo iba para Paraná con el seleccionado el 7 de diciembre, y me dice ‘no estoy en Buenos Aires esa semana, pero si vos me decís que vas a venir viajo especialmente para vos’"

Diego, finalmente viajó con el seleccionado, jugaron y uno de los jugadores lo acercó a Buenos Aires. Fue a la consulta, le extrajeron sangre y le dieron las vacunas.  

“Me llamó la atención que cuando entré al departamento había muchas fotos y cuadros de nenes. La doctora, un ángel, me sacó sangre, le pedí el CBU y me dice ‘no te preocupes, después cuando puedas me transferís’, y me contó que las fotos eran bebés que nacieron. A mí me partió al medio porque eran todos bebés muy buscados. Lo único que me dijo fue ‘cuando nazca, mandanos una fotito’.

En una lonchera con hielo, Diego se trajo las cuatro vacunas y le colocó a Ceci una cada quince días. Como siempre quedaron embarazados y comenzó una maratónica sesión de ecografías, una por semana, entre el miedo, la incertidumbre y el alivio. 

Por supuesto, cada mes mantenían contacto con la doctora, le contaban que todo iba bien y le agradecían por su atención, hasta que un día no hubo respuesta. “Me acuerdo que un día le escribimos, le dijimos ‘doctora, pasamos el cuarto mes’ y nada”, recuerda Diego. “Pasaron las semanas y nada y como a los 8 meses, nos llegó un mensajito desde su celular informando que lamentablemente la doctora había fallecido, que cualquier inconveniente quedaban a disposición. Quedamos helados”.

Diego y Cecilia están agradecidos con la doctora Kortebani. “Fue un ángel para nosotros”, dice el papá. Uziel es un angelito de este ángel que nosotros tenemos en el cielo, que fue la doctora Kortebani. Ella fue la única que nos ayudó, que empatizó con nosotros, que nos entendió… una persona humana. Ella viajó de su ciudad para atenderme a mí, para hacer la vacuna para ella, para que hoy tengamos a Ucielito dando vueltas por ahí. Es un ángel para nosotros”, repite agradecido.

Cecilia admite que al quinto mes del embarazo sintieron que era momento de disfrutar. Todo iba bien y se comenzaron a relajar. Justo ese año, Diego cumplía 40 y muchos de sus amigos también. Así, el embarazo pasó entre risas, abrazos y mucha alegría. 

El embarazo pasó el tercer mes. La llegada de Uziel se hacía realidad. Foto: archivo familiar.

Finalmente, Lisandro Uziel Ríos nació el 2 de diciembre por parto natural en el sanatorio de la Asociación Española. 

“Fue un embarazo hermoso, muy prolijo, y encima acompañado de mucha alegría, que creo que fue fundamental”, dice Cecilia.  

“No lo podíamos creer. Fue muy emocionante”, dice Diego al recordar el nacimiento. “Yo no lo podía creer. Cuando lo veo digo, ‘cielo, está ahí, empuja’ y pegó un llanto tremendo. Fueron lágrimas, emoción, ver que estaba ahí era tan soñado, tan irreal, tan lindo, fue increíble”, dice con una emoción que conmueve. 

El día que llegó Uziel, un sueño cumplido para la pareja. Foto: Archivo familiar.

Lo cierto es que aún quedaba un capítulo a esta historia de maternidad y búsqueda. Es que, a su 6to día, Uziel tuvo un episodio que lo tuvo entre la vida y la muerte

Esa tarde, sus padres lo llevaron a control con el doctor Caparelli, una inminencia en Comodoro. Uziel estaba perfecto, había bajado solo 10 gramos, ya había perdido el cordón umbilical y todo marchaba en perfectas condiciones. La pareja fue a ver una puericultura y celebró el egreso de Delfina, la primera hija de Diego que terminaba la primaria. Qué más podían pedir. Sin embargo, a la madrugada vino lo inesperado. 

“Le estaba dando la teta, tenía mucha carga y por ahí veo que tomaba y tomaba”, recuerda Ceci. “Yo pensaba ‘va a colapsar de leche, en algún momento se tiene que llenar’, y en un momento hace puf, y hace así con su cabeza”, dice haciendo el gesto como si su cabeza se fuese para atrás. “Quedó ahí, lo sacudí y tenía sus brazos caídos. Lo desperté enseguida a Diego y le digo ‘no respira’”.

Diego recuerda el momento. “Lo sacudí y vi que empezó a ponerse morado, lo sacudí y la manito estaba así”, dice haciendo el gesto como que estaba caída. “Le empiezo a hacer RCP, para mi fueron horas, Ceci temblaba y lo único que decía era ‘salvamelo’. Yo no entendía nada, hasta que escuché un hilito de respiración. Ahí abrí todas las ventanas y pegó un llanto grande y nos volvió el alma al cuerpo. Obviamente terminamos en la guardia”. 

La explicación científica fue que Uziel tomó un chorro de leche muy de rápido, eso hizo que se le cierre la glotis y la leche en vez de continuar su circuito se fue a los pulmones y se broncoaspiró y Uziel dejó de respirar. El médico les dijo que si no hacían nada, el pequeño se iba. 

Uziel pasó dos días en neonatología, las dos noches más largas de la vida de Ceci y Diego, un momento durísimo que tuvieron que atravesar en pleno diciembre. “Volver a casa esa primera noche fue tremendo, era ir a verlo llorando y volver llorando, fue tremendo”, dice Diego.

Un tierno retrato, Uziel en sus primeros meses de vida. Foto: Archivo familiar.

LA VIDA DE PADRE

Hoy Uziel tiene 1 año y 9 meses, corre por toda la casa, va y vuelve. Sonríe, pide un pedacito de queso y sigue corriendo. Diego y Cecilia lo miran y no lo pueden creer. 

“El amor que Ceci le tiene, es un amor que nunca había sentido por otra persona, porque es diferente. Está acá, es real, es un amor que no se puede describir”, dice Diego mientras mira a Cecilia y no duda en decir agradecido: 

“Ceci fue la mamá del corazón perfecta para Delfi, y hoy es la mamá perfecta de Uziel, una mamá de la que estoy muy orgulloso”. 

Ceci lo mira y sonríe, mira a Uziel y dice: “Cada vez que lo veo, es súper activo, todo picarón, me re emociona”.

Uziel por estos días va a la guardería. Ceci ya se incorporó a la empresa de servicios petroleros en la que trabaja media jornada y Diego continúa como profe en el Liceo y con algunos alumnos particulares. En la ciudad, muchos lo conocen por su vida ligada al rugby de la mano de Comodoro Rugby Club y el Seleccionado de Comodoro. Sin embargo, el nacimiento de Uziel fue momento de parar la guinda y poner en pausa esa pasión que lo acompañará toda la vida. 

Este domingo, por supuesto lo celebrarán con un asadito, las tres abuelas de Uziel y en familia para que sea un día muy especial, de celebración y recuerdos, de aquellos días de búsqueda y tratamiento.   

Como dice Ceci, ella siempre compartió su historia porque sabía que a alguien podía ayudar a alguién, como así también la ayudó a ella otra mujer. Por eso, ante la pregunta de qué les diría a aquellas madres que están en la búsqueda, no duda en decir. “No bajen los brazos, parece una frase hecha, pero es verdad. Que conecten con la pérdida, que no se queden con la palabra de un médico porque siempre hay opciones y no siempre son las más caras. Es probar, respetar los tiempos y seguir probando e intentando. Tener un hijo es lo más lindo que te puede pasar”, dice agradecida a ese ángel que lo hizo posible.

Uziel en brazos de sus padres. Foto: Archivo familiar.
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