Javier Milei se enfrenta al freno de las instituciones de la República, principalmente al Congreso de la Nación. 

El edificio del palacio legislativo es uno de los congresos mas grandes del mundo, se encuentra en el centro de la Ciudad de Buenos Aires y se inauguró en 1906. Si uno ingresa por la entrada de Hipólito Yrigoyen al 1800, es porque se dirige a la Cámara Alta. 

Allí, en el despacho presidencial, trabaja quien está signada por el Ejecutivo como una peligrosa enemiga: la vicepresidente Victoria Villarruel. 

Algunos de los que pululan por la Casa Rosada la calificaron como “una hacker interna del gobierno”. El vínculo entre Javier Milei y Victoria Villarruel es insalvable. Se llevan pésimo. El antecedente, se remonta a una versión de cercanía entre la autora de la frase “el jamoncito del medio” (refiriéndose al presidente) y Mauricio Macri en la campaña. 

Fue un signo de independencia que encendió alarmas. Ahí se sembró una desconfianza que se imprimió en no cederle espacios en el gobierno. “Tengo casi todo el equipo definido. Defensa y Seguridad lo elegirá Villarruel”, dijo Milei poco después de ser electo presidente. Que lejos quedó todo. Patricia Bullrich y Luis Petri, ministros de esas áreas, nada tienen que ver con la vicepresidenta. Tampoco tienen que ver con, el ahora, moribundo Juntos por el Cambio.

La tensión se extiende a la Cámara de Diputados. Allí La Libertad Avanza tiene otro foco dinamitado. El bloque no tiene bancas para derrochar. Suman 37, apenas el 15% de la cámara. La semana terminó con versiones acerca de expulsar de ese grupo de legisladores a la diputada Lourdes Arrieta, que viene llamando la atención por ir a trabajar luciendo los patitos de moda en la cabeza.

Arrieta es acusada de haber dado quórum a la sesión que terminó con el rechazo al DNU que brinda fondos extra y reservados a las SIDE. Se suma que, la diputada, aseguró ir engañada a la visita a los represores en la cárcel. La sumatoria de cuestiones tuvo un momento de éxtasis cuando, en la reunión de bloque, terminó a los gritos y camino a denunciar por violencia de género a un colega. La denuncia quedó en la nada. El escándalo está en el candelero. En sus redes sociales publicó: “¿Me quieren expulsar del bloque?...NADIE me lo ha dicho a los ojos…”.

Desde Casa Rosada dicen que al presidente le importa poco el bullicio propio entre legisladores. La realidad es que la atención fue la cachetada de la sanción a la ley que permite una recomposición de haberes de los jubilados por el ajuste que se impuso en el inicio del mandato.

El costo puede ser más político que fiscal. Se quieren aumentar fondos en 100 mil millones de pesos para la SIDE pero para los vulnerables abuelitos, nada. Ni unos míseros 20 mil pesos. Ése es el monto que le significarían, por esta ley que vetará el Ejecutivo, a cada jubilado de la mínima.

La explosión de la causa por violencia sexual que le estalló a Alberto Fernández y que golpeó a cierto sector de la oposición, le dio poco aire al gobierno nacional. Hace una semana festejaban el caos del enemigo y hoy enfrenta un propio caos. Se le viene otro en el Congreso, el tratamiento del Presupuesto. Ese caos tendrá hogar en el mismo lugar donde ven a la enemiga de la Cámara Alta. Ahí donde también, va a tener que votar una diputada acusada de traidora en la Cámara Baja.

Fue la peor semana del gobierno. Pero parece que será solo un capítulo de las turbulencias que se vienen.

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