El anillo que rescató un buzo del fondo del Lago del Desierto y la historia de amor que volvió a la luz años después
Los destinos entrelazados de un buzo de Esquel y una pareja de estudiantes que se terminó por la distancia. El hilo invisible que atravesó medio país desde Río Turbio hasta La Plata. El desvío de dos familias que regresaban de Ushuaia que hizo que lo imposible pasara. Las vidas que se cruzaron en el camino movidas por la ilusión de recuperar algo perdido.
El miércoles 16 de marzo, Marcos Ponce, un defensor público de Esquel, regresaba de Ushuaia en su auto con su mujer y su hija pequeña y una familia amiga, y se les ocurrió parar a bucear en Lago del Desierto, a 37 kilómetros de El Chaltén, al sur de Santa Cruz.
Marcos y su amigo Hugo habían estado buceando en el canal de Beagle, y al regresar por el Chaltén se desviaron por un camino de ripio entre lagos, montañas y bosques hasta llegar al lago.
Creian que valía la pena ir por su valor histórico: fue objeto de disputas limítrofes entre la Argentina y Chile. Desde este momento -producto del azar o del destino-, se sucedieron una serie de imprevistos que hicieron que terminaran en ese lugar y no en otro.
Marcos y Hugo habían quedado en bucear con unos amigos que los llevarían a conocer el fondo del lago, pero les surgió un compromiso laboral y ellos tuvieron que arreglárselas solos.
Si los amigos hubieran asistido a la cita –quizá- Marcos y Hugo no habrían elegido bucear cerca de muelle, y otro habría sido el destino del anillo que estaba en el fondo del lago.
Si Marcos no fuera aficionado a la fotografía probablemente nunca habría visto el anillo resplandeciendo en las profundidades.
Marcos buceaba cerca del muelle y vio un resplandor por la lente de su cámara fotográfica; pensó que era una argollita de un llavero y la guardó en el bolillo del chaleco.
Cuando salió del agua Marcos se dio cuenta de que lo que tenía en su bolsillo era un anillo de oro de 18 k con un mensaje en clave: D´Amico 21/3/15. La alianza no cabía en el dedo meñique: seguro que pertenecía a una mujer.
Marcos retomó su trabajo como defensor público en Esquel y guardó el anillo de oro en una caja donde tiene los objetos perdidos que encuentra en sus expediciones lacustres.
LA PÉRDIDA
Ella no pensaba que en el Lago del Desierto se podía bucear cuando el anillo se hundió en el lago ese día de enero en que se deshizo del último recuerdo de la chica con la que había terminado hacía un par de años.
Si ella -el nombre no importa, podría ser cualquiera- hubiera arrojado el anillo en el lago Viedma –¿por qué no eligió ese lugar?- donde no se puede bucear, nadie nunca jamás lo habría encontrado.
Ella tenía la cabeza cualquier en otro lado ahí, ese lunes fatídico, parada en el muelle del lago. Conservaría las imágenes de ese momento.
Era casi un ritual: arrojar el anillo, entregarse y dejar que el universo pusiera las cosas en su lugar. “Si el destino quiere que vuelva de alguna manera va a regresar”, pensó cuando arrojó el anillo –quizá- como una forma de dejarla ir, de aceptar que el universo tenía otros planes.
LA BÚSQUEDA
El domingo 24 de abril, Marcos Ponce, tomó el anillo que estaba guardado junto con otros tesoros, y se puso en campaña para encontrarla. Le sacó varias fotografías con su cámara y las compartió en las redes sociales.
Marcos Ponce -el héroe de esta historia- no solo es un buzo deportivo, sino que es un buzo con cámara profesional que ve anillos debajo del agua. Ahora los amigos lo cargan y lo llaman "El ángel del buceo” o "El Señor de los Anillos".
Marcos bucea desde hace más de 20 años en lugares poco explorados de la Patagonia. Allí ha encontrado lentes de sol, cámaras de fotos, una pelota de golf y hasta una moneda de la suerte.
En su estrategia de búsqueda, Marcos hizo un artilugio para no dejarse engañar: omitió el año (2015) que figuraba en el anillo para que la verdadera amada completara la historia.
No habían pasado cuatro o cinco horas cuando Marcos recibió el llamado de una chica de Río Turbio, Santa Cruz. Sí, era la verdadera dueña del anillo. Conservaba las fotos de ellas dos juntas cuando estudiaban en La Plata.
Ella estaba nerviosa, le temblaba la voz. “Lo último que pensé fue que si el destino quería que vuelva a mí, de alguna manera, iba a volver. Y ahora me encuentro que un buzo me dice que encontró el anillo", fueron más o menos sus palabras.
Pero la historia no termina ahí. El mensaje en clave D´Amico 21/3 haría emerger muchas otras historias que permanecían ocultas en lo profundo.
OTROS NAUFRAGIOS
No hay forma de saber si las cosas pasaron así o no. Esas vidas ajenas le hicieron ver a Marcos que ella no era la única que estaba sola. Las otras personas también se aferraban al anillo como la última esperanza de recuperar algo que habían perdido.
A Marcos lo contactó mujer de El Calafate cuyo padre, un señor de apellido D´Amico, había fallecido y le regaló las alianzas a la hija, pero desaparecieron. Los padres se habían casado un 21 de marzo de 1955, y la mujer tenía la esperanza de que ese fuera el anillo.
Después lo llamó el hijo de un tal D´Amico que tenía una Pyme y desapareció en la crisis del 2001, y nunca nadie supo más nada de él. El hombre se había ido de la casa a los 40 años en pleno corralito y su hijo pensó que podía ser su anillo. Da la casualidad que ese tal D´Amico cumple años el 21 de marzo.
Horas más tarde, lo llamó una mujer que se había casado con un tal D´Amico un 21 de marzo y enviudó. Ella creía que podía haber aparecido la alianza perdida en el fondo del lago. Alguna vez, el matrimonio había ido de vacaciones a al sur del Santa Cruz, y quizá el anillo podría haber quedado ahí.
LA PIEZA QUE FALTABA
El lunes después la medianoche, Marcos recibió un llamado inesperado de una chica de La Plata: “El apellido que figura ahí en el anillo es el mío porque es de mi ex pareja”, dijo una voz alegre del otro lado del teléfono.
Marcos se quedó petrificado; el círculo se había cerrado. Hasta ese momento, él conocía una parte de la historia; ahora tenía en sus manos la otra pieza que faltaba.
" 21/3/15 es la fecha de aniversario del noviazgo, me tuve que volver al sur, cortamos, y el 10 de enero del 2022 me deshice del anillo, lo tiré al agua", le había contado a Marcos la chica de Río Turbio.
La historia de la chica de La Plata encajaba: habían convivido algunos años, estudiaban una carrera y una de ellas tuvo que regresar a Río Turbio, porque no podía sostenerse y la distancia hizo que todo se terminara.
Ella rehizo su vida en Río Turbio y conservó el anillo unos años hasta que un día se decididó a desprenderse de lo último que la aferraba a ese pasado.
Separadas por miles del kilómetros, pasados los años, ambas pensaron que el anillo había sido un mensaje del destino.
Quizá ella miró al cielo cuando arrojó el anillo en el muelle; se preguntó si estaría bien, si se pondría contenta de verla.
Quizá ella se preguntó si habría alguien más en su vida en el caso improbable de que el anillo volviera.