Son las 5 de la tarde y la capilla de Diadema está abierta. La secretaria recién abre sus puertas y Rosa Giménez responde al saludo en cuanto me ve. Le pregunto por el responsable del templo o alguna persona con la que pueda hablar sobre su funcionamiento. Se excusa con timidez y me invita a que vuelva después de las 6, cuando están las oradoras, que llevan más tiempo que ella en la iglesia. 

Cuando lo dice no termino de entender, pero prometo regresar en el horario pautado para continuar la charla.

Rosa es oriunda de Santiago del Estero y hace 7 años vive en Diadema. Cuenta que llegó a Comodoro por el trabajo de su marido y desde hace un tiempo es la secretaria de la Capilla Santa Bárbara, aquel hermoso templo, patrimonio histórico, que le da una vista única al ingreso al barrio.

Cuando regreso, ella está cerca del altar junto a dos mujeres. Me acerco y las presenta. Son las oradoras María y Bernardina, dos mujeres que tienen una singular historia de amistad, devoción y fe. Es que desde hace 31 años, todos los días a las 6 de la tarde llegan al templo para orar, una misión que realizan con compromiso y devoción.

María y Bernardina, las dos oradoras de la Capilla de Diadema.

“Yo me vine a vivir en el año 62, me fui por 10 años, volví, me fui de nuevo y volví otra vez. Hace 31 años que estoy viviendo en Diadema. Mis hijos crecieron acá”, dice María Rodríguez en cuanto inicia la charla. 

Mientras habla, Bernardina Mancuello escucha. La mira y ante la consulta responde. “Yo soy de Corrientes. Hace más de 40 años que vivo en el barrio”. 

La charla va y viene, hasta que María dice un dato que refleja lo grande que es su amistad y cariño, y lo importante que es para ellas el templo. “Hace 31 años que estamos juntas. Desde el 93 que estamos juntas, cuando falleció mi hija. No nos separamos más. Todos los días a las 6 venimos a rezar. También nos encargamos de limpiar la iglesia y colaborar con todo”.

Es que, más allá de ser las oradoras, María, Bernardina y Rosa son las encargadas de mantener el templo en condiciones, limpiarlo, arreglar las plantas y mantener el orden para los dos servicios semanales que tiene la iglesia: uno el jueves y otro el domingo.

La Capilla Santa Barbará es un patrimonio arquitectónico único, tanto en su exterior como en su interior.

UN POCO DE HISTORIA

La Capilla Santa Bárbara es uno de los templos más lindos y mejor conservados que tiene Comodoro Rivadavia. También es un símbolo de Diadema Argentina, el histórico barrio donde la Shell dejó su huella en las primeras décadas del siglo XX.

La Iglesia fue inaugurada el 17 de junio de 1945, un año y tres meses después que se colocó la piedra fundamental, que aún continúa situada frente al altar. Su nombre se lo debe a la virgen patrona de los mineros y los artilleros. 

Cuenta la historia que fue por pedido de la comunidad salesiana que la Compañía Argentina de Petróleo SA decidió construir el templo. El proyecto fue realizado por el estudio de Arquitectura Sacra y Oficina Técnica de los Padres Salesianos de Buenos Aires y guarda similitudes con los diseños arquitectónicos de los Países Bajos, donde es originaria Shell.

Bernardina comenzó a asistir a la capilla en la década del 80, cuando inició la misión de la virgen del Rosario de San Nicolás, luego que Gladys Herminia Quiroga de Motta, una vecina de San Nicolás de los Arroyos, recibió un mensaje de la virgen en un hecho que marcó el destino religioso de esa localidad. 

Ella aún recuerda ese día que llegó a Comodoro una mujer a contar el milagro de la virgen, sin saber que ese suceso de alguna forma también iba marcar su propio. “Yo empecé a venir en esa época y una señora vino a evangelizar, a traer la historia de la virgen. Nos pidió que todos los días rezáramos por la paz del mundo. El mensaje era ese y nos enganchamos en eso, pero en ese ínterin a ella se le murió la hija en un accidente en la ruta, entonces empezamos a acompañarla”. 

UN ACCIDENTE QUE MARCÓ A LA IGLESIA

Daniela tenía 19 años cuando murió en un accidente sobre la Ruta 39, en una zona donde hoy hay una arboleda de pinos y una virgen. Como dice BernardIna, había salido a dar una vuelta y nunca más volvió. 

Para María fue un golpe durísimo, pero la iglesia del barrio y las oradoras fueron su refugio.

A la distancia, la mujer recuerda que sus compañeras hicieron una Novena y la acompañaron durante todo ese momento. “Ellas me contuvieron porque yo no quería venir, estaba desahuciada. Encima estaba muy enferma, tuve que dejar de trabajar. Me hicieron un chequeo médico del corazón y me dijeron que tenía dos años, a más tardar, de vida porque mis coronarias estaban muy frágiles y se podían reventar. Yo pienso que la muerte de mi hija no me mató y me fortaleció. Pero fue gracias a ellas que me tuvieron tanta paciencia, porque yo lloraba, gritaba y me enojaba, y el sacerdote que estaba era todo para mí, era mi bastón”.

María también tuvo su propio milagro. En el año 94, por su condición la llevaron en avión a San Nicolás y para ella fue un antes y un después. “Es algo que no puedo explicar con palabras. Me lloré todo sin llorar. Fue un antes y un después y desde ese momento nunca más me separé de la iglesia”. Como dice, su vida es la iglesia: “Yo me siento triste y venir acá es una alegría”.

1944, la piedra fundamental de un lugar que ha sido refugio de muchas personas.

Así, desde hace 31 años María y Bernardina todos los días asisten al templo. Para tener su propia rutina eligieron las 6 de la tarde, un horario que pueden cumplir bien más allá de las obligaciones cotidianas. “A veces es una hora y a veces un poco más”, dice María. “Nos quedamos rezando, charlando, acomodando las cosas, ordenando”. “Sí, regamos las plantitas”, suma Bernardina. “Cuando hay más trabajo siempre hay una o dos que ayudan, pero las que estamos permanentemente somos nosotras”, aclara con humildad. 

La capilla depende del padre Juan José Scotto, el capellán de las Carmelas, que dos veces a la semana ofrece misa para los pocos fieles que asisten al templo. Es que en pleno siglo XXI, poco más de 10 personas asisten a las tradicionales ceremonias del domingo y el jueves cuando se realiza la adoración. 

Por supuesto, ahí también están María, Bernardina y Rosa. De 14 a 17:30 hs realizan la custodia frente al altar. Luego llega el padre, reserva la ostia y comienza la misa.

“Cada uno hace lo que le sale del corazón”, cuenta María. “El compromiso nuestro es estar una hora. Se puede rezar, leer y cuando nosotras estamos leemos la Biblia o rezamos el Rosario”.

Rosa es la actual secretaria de la capilla Santa Barbará de Diadema. "Hacemos muchos bautismos, y misa jueves y domingo", cuenta.

El tiempo pasa y la charla de a poco va llegando a su fin. Con orgullo cuentan que “todos los sacerdotes que vienen acá dicen que esta es la iglesia más bonita de Comodoro porque se mantiene desde el inicio”.

Por eso mismo, piden que alguien colabore con los trabajos de restauración que necesita la iglesia. “Acá hay que limpiar todo, pero también está toda caída la parte del frente, desprendida la parte de los ladrillos, quedaron todos pelados. Hay que hacer toda una restauración urgente y si es patrimonio, como dicen, alguien tiene que ser responsable de esto, porque todo el frente está desprendido”, se lamenta Bernardina. Es que, como dicen, para ellas “la iglesia significa todo”

“Para nosotras la iglesia es la vida. Venir acá es una reunión, una obligación de encontrarnos, charlar y rezar juntas. Es como una costumbre. Cuando alguna falta porque tenemos que ir al médico o algo así, el día queda vacío, falta algo para completarlo”, agrega Bernardina.

Ambas coinciden en que el templo “las ayuda a seguir adelante”. La charla llega a su fin y ellas se quedan frente al altar, orando, tal como hacen cada día a las 6 de la tarde desde hace 31 años, una verdadera muestra de compromiso y devoción.

ADNSUR está certificado por CMD Certification para la norma CWA 17493 de JTI, octubre 2024-2026. Ver más
¿Querés mantenerte informado?
¡Suscribite a nuestros Newsletters!
¡Sumate acá 👇🔗!
Recibí alertas y la info más importante en tu celular

El boletín diario de noticias y la data urgente que tenés que conocer