No hay riesgo de tsunami, pero el mar ‘se come’ la costa de Comodoro a un ritmo de entre 50 y 118 centímetros por año
Los datos se vinculan a los 900 metros críticos entre la costanera y el Chalet Huergo. Se necesitan rocas de 3 metros cúbicos como mínimo y unos 12.500 millones de pesos.
Salvo una zona en el extremo sur del océano Atlántico, el mar que baña las costas de Comodoro Rivadavia no presenta riesgos de alteraciones violentas, como las que caracterizan al Pacífico sur. Sin embargo, el avance de la erosión costera, con mareas extraordinarias cada vez más frecuentes, plantea un signo de alerta con evidencias que están a la vista. A la amenaza de derrumbe del Chalet Huergo hay que sumar el colapso de la ruta 3 en 2023, o lo que está pasando hoy en avenida Ducós.
Los grandes ciclones que se observan en el hemisferio norte, sobre el Atlántico o el Pacifico, son una realidad diferente y alejada de las costas patagónicas, que sin embargo tienen sus propios inconvenientes a partir de los efectos de un cambio climático que ya empezaron a notarse.
Aun cuando esta región no tiene riesgos de movimientos sísmicos, lo que comenzó a ocurrir con la erosión costera en los últimos años es una señal clara de una alteración en el comportamiento del mar que tiene componentes propios, que no dejan de plantear un serio riesgo para la trama urbana de la ciudad.
FACTORES GLOBALES Y TAMBIÉN LOCALES
Daniel Campano es licenciado en Protección Ambiental y máster en Cambio Climático, docente de la U.N.P.S.J.B. Ante la consulta para este informe exclusivo de ADNSUR, en torno a la relación entre las modificaciones del ambiente y la erosión de las costas comodorenses, apuntó:
“La erosión de los acantilados está ocurriendo en el mundo entero, desde principios del siglo pasado y antes de que nosotros nos preocupemos por el tema, por el ciclo natural del cambio climático que produce un ascenso del nivel del mar. Hoy estamos acelerando ese proceso, lo que intensifica esos efectos”.
Campano precisó además que si bien hay una asociación casi ‘automática’ entre el aumento de la temperatura y el ascenso del nivel del mar por derretimiento de los casquetes polares.
“Lo interesante es que el actual aumento del nivel del mar no es porque está llegando más masa de agua a los mares, sino por dilatación térmica, porque los cuerpos calientes se expanden -explicó-. Todavía no empezó el problema de que el nivel del mar suba por ingreso de agua nueva, que es lo inminente. Cuando eso empiece, vamos a estar en un problema muy serio”.
El experto recordó que las proyecciones más conservadoras dicen que a fin de este siglo, el nivel del mar habrá aumentado medio metro, lo que será un problema casi irreversible para ciudades costeras.
“Hay muchos puntos de umbrales de incremento de temperatura de no retorno -advirtió-. Cuando la suba supere los 2 grados de la media no hay vuelta atrás y entonces el nivel del mar subirá también por ingreso de nuevas masas de agua. Esto requiere políticas de mitigación y adaptación a nivel global. En Comodoro tenemos terrenos ganados a mar y eso ya plantea un problema grave, independientemente de que el cambio climático esté intensificado”.
Frente a esa proyección global, con reflejos actuales que podrían agravarse dentro de unas pocas décadas, hay también impactos de orden local.
El geólogo Alejandro Simeoni lo expresó días atrás, cuando refirió que la obra del puerto, realizada en la década del 90 sin estudio de impacto ambiental, modificó drásticamente el comportamiento de las corrientes marinas en el interior de la zona costera local, trasladando el pedregullo de la zona norte (debajo del chalet Huergo) hacia el sur, dejando al descubierto la restinga y tornando más vulnerable al talud que sostiene todo el sector que se extiende desde ese punto hacia el centro de la ciudad.
EL EFECTO DE LA MAYOR TEMPERATURA DEL MAR
“Lo que estamos viendo es la emergencia de un problema de mucho mayor escala -explicó el geólogo José Paredes, doctorado en Geología y docente de la U.N.P.S.J.B-. Se está produciendo un aumento lento, pero gradual, en el calor que hay en el mar, es decir en la temperatura del agua. Es algo que nosotros quizás no apreciamos como diferencia, pero esto implica una cantidad de energía, por cada grado centígrado de incremento, que se multiplica a escala planetaria”.
Según detalló el especialista, que realizó una serie de estudios sobre la erosión en el frente marítimo que va desde el centro hacia Km.3, en toda la zona sur “se están empezando a desarrollar, con más frecuencia, lo que se llaman ciclones ‘extra tropicales’. Nosotros estamos habituados a ver este fenómeno en el hemisferio norte, que genera los huracanes y tornados por diferencia de temperatura, porque el océano Atlántico se está calentando a un ritmo muy alto”.
Al comentar pronósticos internacionales, Paredes mencionó que las zonas donde más cantidad de energía se va a liberar en los próximos años “es una franja que está entre los 40 y 60 grados de latitud sur, que es donde estamos nosotros, en los 45 grados. Esto es un tema encadenado a varios otros”.
Al detallar las consecuencias del calentamiento del agua de mar, añadió que se libera más calor a la atmósfera, lo que desencadena tormentas que “a nosotros se nos va un poco de escala, como la que tuvimos en el año 2017, que tenía un diámetro de 400 km. A principios de junio se formaron dos de estos ciclones en el mar que fueron noticia en Chile, acá no tanto, pero que tenían dimensiones de más de 1000 kilómetros. O sea, se están formando ciclones más frecuentes, que son movimientos de aire rotacionales, que a su vez desplazan masas de agua muy grandes. Y todo el aire que está por encima, en el océano, se desplaza hacia las zonas costeras y ahí es donde empiezan a producirse los verdaderos problemas, porque son tormentas que persisten varios días”.
LAS TORMENTAS Y LA COMBINACIÓN CON MAREAS LARGAS
Como ejemplo del fenómeno, Paredes mencionó las precipitaciones de las últimas semanas, que se extienden por más de 2 ó 3 días, como estaba habituada la región. “Son centros ciclónicos que están en el mar, con baja presión, muy grandes y que tardan mucho tiempo en desactivarse. Entonces, cuando ponen el movimiento toda ‘esa maquinaria’, como movimiento de agua y aire, pasan varios días hasta que se vuelven a equilibrar las presiones”.
La consecuencia es lo que se observa en la ciudad, con marejadas y rangos de agua acumulada en la costa “en el orden de los 5,5 ó 6 metros, que es bastante para el tipo de costa que tenemos, cuando lo normal es de 4 ó 4,3 metros. Luego, tenemos olas de 1 metro más por arriba de lo normal y eso colabora a la erosión de la costa”.
Este tipo de fenómenos se repite todo el tiempo, con tormentas en el mar y su reflejo en las marejadas, pero estas últimas no se dan de forma constante. Paredes recordó que en septiembre de 2022 hubo una gran tormenta en el mar, pero que se combinó con una marea ‘corta’, de sólo 3 metros, lo que evitó un impacto que hubiera sido de mucho deterioro en la costa si se combinaba con una marea larga.
Sin embargo, esa combinación es difícil de predecir, por lo que no es posible hacer pronósticos respecto de cuándo una tormenta extraordinaria en altamar se combinará con una marea larga en la costa, ya que entran en juego factores no sólo locales, sino globales, a decir del experto.
SIN RIESGO DE TSUNAMIS
El geólogo fue categórico al referir a que otro tipo de procesos, como los que provocan los tsunamis, son hoy prácticamente imposibles en la zona. Ese tipo de fenómeno, explicó, se produce por movimientos de placas tectónicas por condiciones que no están dadas en el lecho marino de esta zona.
“El océano Atlántico está en expansión, es decir que se está esté parando todavía. Los tsunamis son frecuentes en todos los márgenes donde se da lo contrario, es decir que las placas se están juntando y generan un efecto de compresión. Cuando eso ocurre en el fondo del mar, se propaga hacia arriba una especie de onda y se mueve en toda dirección, por lo que las grandes masas de agua desbordan las costas al llegar con una energía inusual”.
Paredes detalló que “ni en Argentina, ni tampoco en Brasil, es esperable ese tipo de fenómeno. Recién en la zona del Caribe puede haber algún tipo de proceso, subordinado a las grandes tormentas que hay en esa zona”.
De todos modos, reconoció, puede haber algún riesgo menor en la zona sur, frente a Tierra del Fuego, pero indicó que es una posibilidad muy acotada.
Jorge Rabassa es geólogo, jubilado como investigador superior del CONICET y es uno de los expertos que ha advertido, desde su residencia en la provincia fueguina, que aquella es una zona donde cabe la posibilidad de un maremoto.
“La única zona susceptible de un movimiento de esas características es en la placa Scotia, ubicada entre el océano Pacífico, el Atlántico y el océano Glaciar Antártico”, indicó al ser requerido para este informe. Pero descartó totalmente cualquier probabilidad en la placa Sudamericana, sobre la que se asienta el resto de la Patagonia.
“En esa zona (Scotia) sí se generan muchos sismos a lo largo de las fracturas que limitan la. Placa, hablamos del orden de los 10.000 sismos por año, pero son de muy baja intensidad -precisó-. La inmensa mayoría de ellos no son percibidos por los humanos, sino por los animales o los instrumentos. El último sismo grande en el norte de Tierra del Fuego fue en el año 1949 y desde entonces no ha habido ningún otro signo de magnitud a lo largo de esa falla”.
SE NECESITAN ROCAS DE AL MENOS 3 A 4 METROS CÚBICOS DE DIMENSIÓN
En definitiva, el problema de las costas comodorenses y los efectos del Cambio Climático podrían acelerarse, con una mayor frecuencia de mareas extraordinarias, además de otros efectos, con el aumento de las sequías.
“Vamos a tener crisis hídricas más pronunciadas, con menos cantidades de agua en ciclos más largos -describió Paredes, al sumar efectos de la suba de temperatura del mar-. Pero lo que nadie está viendo es que además de eso, se va a producir la intensificación de las tormentas en el mar, como efecto de calentamiento”.
Y si bien no podrían temerse grandes avanzadas del mar, basta con imaginar el efecto que podría implicar el solo hecho de que las mares retomen su línea habitual sobre avenida Ducós, ya que en los orígenes de Comodoro Rivadavia la costa marítima bordeaba la avenida Yrigoyen.
La amenaza sobre el chalet Huergo es sólo el botón de muestra, pero el deslizamiento del talud que sostiene a la ruta 3, en septiembre del año pasado, expuso en toda su magnitud un proceso que está iniciado y no se detiene.
“Nosotros medimos en base a un registro fotográfico de los últimos 50 años y la velocidad de retroceso de la costa en el centro de esa bahía, que es el punto donde se deslizó la ruta el año pasado, es de entre 1 y 1,18 metro por año -precisó Paredes-. Y en el acantilado del chalet Huergo, en alrededor de 50 ó 60 centímetros por año”.
Frente a esta velocidad de avance del mar, la única alternativa es la construcción de un muro enrocado, con piedras de especiales características. “No alcanzaría con colocar rocas de 1 tonelada -advirtió el geólogo-, lo que se necesitan son piezas de mayor dimensión, de no menos de 3 metros cúbicos, para resistir la energía del mar. No sirve hacer otro tipo de obras de contención. El muro que se hizo para proteger el camino Ara San Juan es la prueba más concreta”.
Surge ahí el problema del financiamiento. Los 600 millones de pesos que aportará la provincia servirán para empezar con el traslado de algunas rocas, pero está lejos de obtenerse la totalidad del monto necesario, que asciende a unos 12.500 millones de pesos.
Ante la imaginable respuesta de Nación, queda por apelar a vías internacionales de financiamiento. Salvo que los efectos visibles de la erosión, a partir de algún nuevo trastorno importante de la trama de circulación vial, lleve a poner en la lista de prioridades un problema que hoy resulta muy lejano al gobierno de Javier Milei.