“Yo siempre digo que la Patagonia es muy fotogénica”, dice Víctor Correia (56) cuando comienza a explicar cómo comenzó su noviazgo con el Faro San Jorge. Amante del turismo y la fotografía, el ex gerente del Lucania Palazzo Hotel, encontró en las cámaras un hobby para disfrutar de la naturaleza y mostrar su lugar al mundo. Y en ese pequeño rincón de Comodoro Rivadavia, donde se vive del mar y se sueña con turismo, encontró bellos paisajes que eran “muy fáciles de retratar”, entre ellos el faro, aquel centenario que por entonces estaba descuidado y para todos era solo una gran columna de cemento. 

Víctor es hijo de una tradicional familia de Comodoro. Su padre, homónimo por herencia, fue el último funebrero de oficio que tuvo la ciudad. Muchos aún lo recuerdan por su respeto, su sencillez y por aquel lugar donde todos alguna vez pasamos: Cochería Jones, ubicada en Ameghino al 600. 

Víctor junto a sus padres y su hermana. Foto: Archivo familiar.
Víctor junto a sus padres y su hermana. Foto: Archivo familiar.

Un rebelde que encontró en el turismo su vocación

El protagonista de esta historia nació y se crió en Comodoro Rivadavia. Hizo la primaria en la Escuela 24 y la secundaria entre la ENET, el Biología Marina, el Perito Moreno y el Martín Rivadavia. Lo admite: “No fui un buen alumno, siempre fui rebelde, siempre fui en contra del sistema. Aquello que no, yo trato de que sea sí y terminé libre en el Martín Rivadavia”, cuenta hoy entre risas.

En esa época, como muchos adolescentes, terminó yendo al club Náutico Espora para hacer el curso de náutica y, solo por aventurarse - luego de un viaje de mochilero a Chile con un amigo y tras vivir un año en Buenos Aires - fue parte de la tripulación de El Gandul, el barco fabricado en la ciudad que hizo una de las travesías más importantes de la región. 

Aún recuerda aquel día en que llegaron a la Costanera en moto con un amigo y vieron un cartel que decía: “Gustavo Díaz. Tenemos un proyecto, necesitamos dos años de tu vida, no hay que poner plata, sino trabajo. Vamos a armar un barco para ir a España”.

En ese viaje, entendió por primera vez la importancia de los faros, aquellos proyectores de luz gigantes que históricamente sirvieron de guía para los barcos que trajeron inmigrantes, como su padre y el resto de su familia.

Víctor fue parte de la tripulación de El Gandul, la embarcación que unió Comodoro con el puerto de Palos, en España. Foto: Archivo personal.
Víctor fue parte de la tripulación de El Gandul, la embarcación que unió Comodoro con el puerto de Palos, en España. Foto: Archivo personal.

A su regreso, cuenta que volvió “como un chico formal y cortés”, como dice la canción, y comenzó su vida laboral. Antes ya había trabajado en una obra social que estaba al lado de la funeraria de su viejo. Esta vez su camino fue otro, como recepcionista del recordado “Ricardo Tijera”, en 9 de Julio y Sarmiento. “Me dio una gran mano; después fui cadete en un banco, trabajé en Austral Líneas Aéreas cuando todavía no se fusionaba con Aerolíneas Argentinas, otro banco, hasta que en 1999 me quedé sin trabajo”.

Fue un año duro, admite, pero hizo de todo: trabajó en una carnicería, en Empresur, vendió AFJP en una época en que las jubilaciones estaban privatizadas, y también vendió muebles y electrodomésticos en Don José Hogar. 

Precisamente, a ese comercio llegó Esteban Núñez, un consultor de Recursos Humanos, que había recibido un currículum suyo y le ofreció hacer una entrevista. Eran tiempos en que no había WhatsApp, los teléfonos celulares eran solo para algunos y el correo electrónico recién se miraba cuando se conectaba el módem a la computadora de escritorio en la casa.

Así, el 2 de enero de 2001, comenzó a trabajar en el Hotel Austral. Empezó de cadete nocturno y llegó a ser responsable de comercialización. En el medio, fue recepcionista nocturno, jefe de recepción, responsable de reservas y recepción, y su sueño era ser gerente, pero le dijeron que era “muy desfachatado” y querían a alguien que fuera más serio. 

Rebelde y sin miedo a lo que vendría, Víctor cuenta que dejó el Austral y unos meses después llegó la oportunidad de gerenciar el Lucania Palazzo Hotel. 

“A Antonio Roqueta siempre le agradecí, porque yo no estudié hotelería, pero todo lo aprendí de él y lo pude poner en práctica. Así que siempre estaré agradecido con él. Pero el día que me fui, me fui sin trabajo, me puse a laburar en el Viejo Tambo y, paralelamente, Vicente Torraca se enfermó y Maxi me llamó y me ofreció laburar con ellos. Ellos también me dieron una gran oportunidad.”

Víctor Correia dedicó más de 20 años de su vida a la hotelería. Trabajó en el Austral y el Lucania Palazzo Hotel. Foto: Linkedin
Víctor Correia dedicó más de 20 años de su vida a la hotelería. Trabajó en el Austral y el Lucania Palazzo Hotel. Foto: Linkedin

Una luz que guió su camino

Fue en esa época en que su vínculo con el faro se hizo más fuerte. “La verdad es que una serie de eventos afortunados, a mi entender, hicieron que yo empezara a tomar mucho amor por ese lugar, pero principalmente a escribir, porque uno de mis hobbies es escribir y le empecé a dedicar muchas cosas al faro".

Era 2008, recién comenzaba esta historia de Facebook y abrí un perfil. Empecé a subir fotos y cosas que yo escribía relacionadas al viento, al mar, al faro, al farallón y mucha gente preguntaba: ‘¿eso dónde queda?’, ‘¿eso dónde es?’. La gente no sabía que existía un faro; para muchos era un mamotreto de cemento que veían cuando iban a comer donde ‘el Polaco’. Y mi respuesta era casi siempre la misma: ‘está a media hora de tu casa, pero tenés que ir; con ir te vas a dar cuenta’. El faro estaba muy maltratado, había mucha basura, muchas botellas; era un villa cariño, por decirlo de alguna manera, y a la par de Martín Pérez, con su proyecto de excursiones a Rocas Coloradas, comencé a contar qué significaba el faro y qué significaba para la ciudad.

En 2008 Víctor comenzó a promocionar el faro a través de la red social Facebook. Foto: Archivo personal.
En 2008 Víctor comenzó a promocionar el faro a través de la red social Facebook. Foto: Archivo personal.

El hotelero se dio cuenta de que el lugar tenía mucho potencial e intentó que fuera parte de la agenda de Turismo de Comodoro. Era gerente del hotel y tenía acceso a funcionarios y a los representantes del turismo en la ciudad. En esa época, se hablaba mucho del Bureau de Convenciones, con el objetivo de que la ciudad se convirtiera en un polo de eventos. Pero Víctor no se sentía escuchado. 

“No me daban bola, básicamente. Yo le decía: ‘una convención requiere de logística barata, que Comodoro no la tiene; hotelería, que sí tiene; y después la posibilidad de hacer turismo, que es lo que necesitamos’. Pero no me dieron bola y yo empecé a querer que, aunque sea la gente de Comodoro, conociera el faro. Pregunté en la Armada si lo podían abrir y me dijeron que no, y empecé a citar a la gente como se cita a los grupos de trekking ahora. ‘Che, el próximo fin de semana van a abrir el faro’, y como iba un gran número de personas, la Armada tenía que ir a abrirlo.”

Víctor asegura que en tres fines de semana se juntaron unas 1500 personas. Había algo que se estaba gestando y en el tercer encuentro se animó a decir que era él quien estaba a cargo de esa cuenta de Facebook, y hubo un poco de revuelo. 

El faro San Jorge y una postal que es metáfora de su luz. Foto: Víctor Correia.
El faro San Jorge y una postal que es metáfora de su luz. Foto: Víctor Correia.

La iniciativa venía viento en popa; incluso, a través de Turismo, se proyectó la creación de un Centro Interpretativo Faro San Jorge. Fue realizada por la museóloga Patricia Ceci, que, a través del grupo Exhibir, trabajaba en la revalorización de los patrimonios tanto naturales como artificiales de todo el país.

Sin embargo, en la víspera del 87.º aniversario del Faro, todo se detuvo: había cambiado el gobierno y un funcionario desestimó la idea de abrir el histórico lugar. En paralelo, además, una publicación en Facebook fue el espacio ideal que encontraron los trolls para atacar a Víctor y su familia, y ese día decidió que hasta ahí llegaba el amor.

Desde entonces, se encargó de difundir el faro por sus propios medios. Su casa llegó a estar cubierta de diferentes fotografías de este patrimonio histórico, construido en 1925 a través del Servicio de Hidrografía y la Dirección General del Material Naval, y con el apoyo de empresas como YPF, la Compañía Argentina de Petróleo Astra, Ferrocarriles de Petróleo y Ferrocarriles del Estado.

Lo cierto es que Víctor siguió trabajando en turismo e incluso limó asperezas con aquellos que en su momento lo habían cuestionado, y, en base a su gestión, logró revertir el lugar en el que podía trabajar. Así colaboró activamente con la Fundación Rewilding Argentina, cuando comenzó la creación del Parque Patagonia Azul, que iba a conectar Camarones con Bahía Bustamante y se pudo extender hasta Comodoro Rivadavia, en lo que hoy es el Área Natural Protegida Rocas Coloradas. También integró el directorio, como ámbito privado, del Ente Comodoro Turismo. 

A la distancia, aún recuerda el gran trabajo de Javier Tolosano y Cristina Massera para la creación de esta área natural protegida, que logró poner de acuerdo a un grupo de personas de distintos partidos políticos y diferentes carreras en un mismo objetivo. También valora el trabajo de Martín Pérez, de Patagonia 4x4, porque asegura que “a partir de su trabajo se tomó el Faro San Jorge como la puerta de entrada del área protegida Rocas Coloradas”.

“De dieron cuenta que el faro quedaba lindo en la foto y, por suerte, hoy se transformó en una de las tres o cuatro fotos de la ciudad”, dice Víctor sobre este emblema. Foto: Archivo personal.
“De dieron cuenta que el faro quedaba lindo en la foto y, por suerte, hoy se transformó en una de las tres o cuatro fotos de la ciudad”, dice Víctor sobre este emblema. Foto: Archivo personal.

Un merecido reconomiento

El pasado 9 de marzo, el Faro San Jorge cumplió 100 años de vida y Víctor fue reconocido por su labor con ese patrimonio histórico. El ahora ex hotelero admite que no esperaba el reconocimiento, pero fue algo lindo. 

Con el paso de los días, no se olvida el momento en que lo nombraron, el pequeño Faro en sus manos y el saber que su hijo más pequeño estaba con él. “Todo empezó por una fotografía”, dice agradecido. 

“Yo siempre digo que todos somos faros de alguien. Esa es la parte poética de este cuento: todos guiamos a alguien mediante una luz, y eso es lo que me moviliza a mí”.

“La verdad, yo no sé qué tanto tuvo que ver con el faro, sí sé que me moví mucho para que se transformara en un símbolo de la ciudad. De eso sí estoy seguro", dice con convicción. “Fui un twistos. Le insistí a cada uno de los gobiernos y funcionarios que estuvieron como directores de turismo en la ciudad”. 

“Pero lo positivo es que algo de lo que yo quería que sucediera, sucedió y creo que es la conclusión de la perseverancia y el trabajo de haber creído durante muchos años que ese lugar era un emblema para Comodoro Rivadavia, más allá de lo que representa para los navegantes.”

Víctor fue reconocido en el centenario del faro por su labor para poner en valor a este lugar. Foto: Comodoro Turismo.
Víctor fue reconocido en el centenario del faro por su labor para poner en valor a este lugar. Foto: Comodoro Turismo.

La entrevista está por terminar luego de casi una hora y Víctor reflexiona: muchos inmigrantes llegaron a través de ese faro y, a lo largo de los años, muchos se fueron, pero la baliza sigue firme, intacta, “siendo el punto de referencia para todos los navegantes que llegan a esta ciudad”. Y de alguna forma, también lo es para él, porque a partir del faro tuvo su propio reconocimiento al trabajo que ha realizado. "Al final le tengo que agradecer yo al faro, gracias a esto yo tuve mi reconocimiento en mi ciudad por mi trabajo en el área de turismo", dice, agradecido, a esa luz que lo terminó iluminando.

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