Aquella tarde no me la voy a olvidar nunca. Hacía mucho viento y mi mamá no me dejó ir a ver la cartelera del cine. Todos los sábados con tiza blanca escribían el nombre de las dos películas que iban a pasar a por la noche: -¡para que querés saber si igual vas a ir!- me dijo – y tenía razón. Pero a mí me gustaba imaginarme lo que iba a pasar en esa pantalla. Como el viento seguía, Martita me pasó a buscar con su papá, ya casi eran las 21 hs.

Llegamos corriendo, pagamos la entrada que era bastante barata, sino, ni loca podía ir todos los sábados al cine.  Apenas entramos a la sala, el piso de pinotea crujió como siempre, daba acuse de sus años. Corrimos una carrera a ver quién conseguía el mejor lugar en la primera fila. Ahí ya estaban sentados Raúl, Ricardo, Claudio y otras chicas de 5º grado. Las butacas de madera sonaron una a una: “toc”, “toc” y nos sentamos. La pantalla se iluminó y las imágenes se nos vinieron encima: “Nazareno Cruz y el lobo” comenzó a rodar. 

Pasaron los minutos y comenzamos a reírnos entre dientes, algunos de los chicos chiflaban y golpeaban las butacas: ¡aparecieron cuerpos desnudos! Yo me puse incómoda, por las dudas no miré para ningún costado, pero no saqué la vista de la pantalla. Si mi mamá lo hubiera sabido, ese sábado no me hubiera dejado ir al cine.

Km.5 - Fuente: Fototeca CR

Esta escena la relató Alejandra una vecina del Barrio Astra, y eso pasó en la década del 70. Ir al cine hace más de 40 años no era un hecho casual y aislado, era todo un evento social donde las personas tenían la posibilidad de encontrarse con vecinos, conversar y de conocer novedades que no había posibilidad  de que llegaran de otra forma a sus casas.

LAS EMPRESAS Y SUS CINES

Daniel Márquez es Investigador y Profesor de Historia y en una entrevista con ADNSUR explicó el porqué de estos cines en zona norte: “Todas las empresas de zona norte, tanto la estatal que fue YPF como las privadas tenían un control no solo de lo laboral, de los horarios de trabajos, de los pozos, sino también de la vida cotidiana de la población. Ese era el modelo llamado campamental. El control y la gestión del ocio era central, porque era una forma de integrar a los trabajadores y a sus familias a un mundo cultural”.

Km5 - Programa - Fuente: María Rosa Bertossa

Los cines funcionaban también como Centros Culturales muy activos. Los del pueblo por ejemplo: el Cine Teatro Español, el Cine Rex, el San Juan que eran privados o de la Asociación Española, eran lugares de convocatoria política, allí no solo se realizaban fiestas, sino que servían de espacios de reunión para discutir cuestiones partidarias y sindicales, cosa que en los campamentos no sucedía por el control social que ejercían las empresas.

Km.5 - Extensión Museo del Petróleo (inv 1534)

Así como se construían cines, también había escuelas, hospitales y proveedurías, todo estaba enfocado a la población del campamento, no eran de libre acceso. Existía una lógica muy sesgada en la comunidad socio laboral ligada a la empresa.

Por otra parte, el investigador agregó: “El modelo campamental buscaba fijar a la población en torno a las áreas de perforación, pero también, que se generan mecanismos de identificación. Este fue el modelo ypefeano que las empresas privadas también llevaron adelante y fueron políticas promovidas desde los años 20 y continuaron hasta los años 60 y 70”, concluyó Daniel.

Km.8 - Fuente Fototeca CR

DIFERENTES CINES Y EL MISMO RECUERDO

Son cinco los barrios patrimoniales en la ciudad de Comodoro Rivadavia: Km 3, Km 5, Km 8, Km 20 y Km 27. En cada uno,  un cine con sus diferentes características relacionadas con el formato de construcción, capacidad, fachada, etc. Todos los vecinos los recuerdan casi de la misma forma: los amigos, las novias, el valor de la entrada y la felicidad que producía la luz de la pantalla. 

El barrio General Mosconi tuvo su primer cine en un galpón de chapa que en 1928 se incendió y en 1930 comenzó a funcionar en el edificio del Colegio Deán Funes

Km.8 - Fuente Elena Puschel

María Julia Suils tiene 66 años y en su niñez vivía en el barrio Sarmiento de Valle C. Recuerda que los días que iba al cine tenía que almorzar rápido porque un colectivo pasaba a buscar a todos los chicos tipo 14 hs y ese  día era una fiesta.

En la puerta de la entrada estaba el “Viejo Larraya” que con su vozarrón siempre ponía orden. Nos iluminaba con la linterna si hacíamos ruido y al que se portaba mal lo sacaba para afuera”, recordó Julia. Reconoció que el cine le dio la posibilidad de soñar y ser creativa. El cine le daba felicidad.

El Cine Belgrano estaba ubicado en km 5 era propiedad del español Fructuoso Pérez Sarria que con autorización de Compañía Ferrocarrilera construyó la sala en 1930 y funcionó hasta la década del 60.

Diadema - Fuente: diadema.com.ar

Raquel Torres tiene 77 años y recuerda con emoción sus paseos al cine con su hermana Toti, y como si fuera un tesoro sacó de un cajón un sobre que adentro tenía un billete muy arrugado y dijo: “Este billete de 50 centavos nos daba mi mamá para ir al cine, nos alcanzaba para comprar las entradas y algunas golosinas en el kiosko de Don Cruz”.

Mirtha Aburto también tiene 77 años y es de km 8, ella iba al Cine Teatro COMFERPET. El mismo se fundó en 1931 y funcionó hasta la década del 70. Originalmente se encontraba en la zona central del barrio, en un gimnasio, hasta que la empresa Compañía Ferrocarrilera de Petróleo construyó entre los años 1943-1946 el edificio que aun hoy se mantiene en el barrio y donde funciona un supermercado. 

“Recuerdo que cuando ya tuve edad de tener novio, llegaba al cine y levantaba el asiento de la butaca que estaba a mi lado para guardarle el lugar al noviecito que siempre llegaba tarde por jugar al fútbol”, contó Mirtha llena de felicidad.

Diadema - Fuente: diadema.com.ar

Los campamentos más alejados eran Diadema en km 27 al oeste y Astra en el km 20. Ambos estaban construidos con los mismos ladrillos grises construidos en la fábrica de Astra.

El más antiguo es el de Astra, se inauguró en 1924 y funcionó hasta fines de la década del 70 aproximadamente. Sus 220 butacas aún mantiene su madera original y pesado telón de pana verde se conserva como el primer día. Son muchos los recuerdos que giran en torno a este histórico edificio.

Elsa Barbir vive en Astra, tiene 84 años y aún mantiene sus recuerdos intactos: “En mi adolescencia yo hacía berrinches si no me dejaban venir a las funciones semanales que había”, contó y agregó: “Veíamos películas, noticieros y también espectáculos musicales y teatrales”

El cine tenía acceso directo al bar y en los intervalos los más chicos compraban golosinas y los adultos algo para tomar, relató. 

Astra - Fuente Barrio Astra

El cine de Diadema funcionó desde 1933 hasta la década del 80 aproximadamente. Su funcionamiento era muy similar al de Astra y el resto de los cines. Las películas que proyectaban las proveía el cine Coliseo y siempre tenían que estar a las corridas con las latas y las cintas que no siempre llegaban listas para ser proyectadas.

Pedro Gómez de 75 años y Reinaldo Aracena de 72 son vecinos de Diadema. A la hora de recordar lo hacen en sintonía como si cada uno le completara la imagen al otro.

Pedro recuerda que en el palco del cine las butacas eran acolchadas y allí se sentaba los jefes de la empresa Shell, abajo los obreros en sillas de madera.

Reinaldo contó que tenían un grupo de teatro que dirigía el señor Félix Vega y unos días antes al estreno venían Alfredo Sahdi y Guillermo Quiroga Burnett venían a ver el ensayo general.

Astra - Fuente Coco Páez

El cine era el lugar de encuentro para los del barrio y allí se comentaba todo. Diadema tenía mucha vida social y cultural en aquellos recuerdan ambos vecinos.

En todos los barrios los cines oficiaban también salón de fiestas patrias, casamientos, milongas y actos en general.

Las décadas pasaron y cada cine tuvo un destino diferente. De algunos solo quedan resto de chapa, como por ejemplo el Cine Belgrano, que está ubicado en la calle Ferrocarriles Argentinos.

En km 8 el Cine Teatro COMFERPET hoy es un supermercado chino. En Diadema la cooperativa COVIDIAR trabaja para restaurarlo y reabrir sus puertas. La Biblioteca Popular Astra mediante un contrato de comodato logró restaurarlo y actualmente se realizan de todo tipo de actividades artísticas y culturales. El cine del Deán Funes funciona como salón de actos del colegio.

Los vecinos de los diferentes barrios añoran aquellos tiempos de gloria y a pesar del tiempo pasado no pierden las esperanzas de que alguna vez vuelvan a brillar.

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