Rodolfo Walsh: el brillante escritor patagónico que quedó envuelto en la violencia de su época
Siempre recordó su origen en Río Negro como inspiración para contar historias reales con técnicas literarias que lo hizo fundar un género periodístico. Con el paso de los años, se involucró en organizaciones políticas. Durante sus últimos ocho meses de vida, pasó desde el atentado al comedor de la Policía Federal, la muerte de su hija y su propio final luego de enfrentarse con un grupo de tareas de la Armada en pleno centro de la Capital Federal.
En las tierras de Choele Choel (Río Negro), el 9 de enero de 1927 nació una de las figuras más emblemáticas de la literatura y el periodismo argentino: Rodolfo Walsh.
Hijo de inmigrantes irlandeses, creció entre el silencio del sur y los libros que pronto encenderían en él una pasión por contar historias.
Pero Walsh no fue simplemente un escritor; fue un buscador incansable de la verdad, un hombre que transformó el periodismo y lo elevó a un acto de resistencia política.
En 1957, Walsh cambió para siempre la narrativa periodística con ‘Operación Masacre’ en una obra que inventó un género periodístico denominado como ‘Nuevo Periodismo’ o ‘Periodismo de No Ficción’.
Incluso, se adelantó al libro ‘A sangre fría’ de Truman Capote a quien se le atribuye esa invención que revolucionó la forma de contar una historia: es decir, se utilizaban técnicas literarias para describir un caso real.
A través de una reconstrucción minuciosa de los fusilamientos ilegales ocurridos durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, Walsh expuso la impunidad de un Estado que asesinaba en las sombras.
Su estilo rompía con las estructuras tradicionales, utilizando diálogos, escenas y testimonios para atrapar al lector y hacerlo partícipe de la tragedia.
Pero su vida no quedó atrapada entre las páginas de sus libros. Walsh fue un intelectual comprometido con la realidad de su país y, como muchos de su generación, se sintió interpelado por la necesidad de actuar.
JULIO DE 1976 A MARZO DE 1977: BOMBA EN EL COMEDOR DE LA POLICÍA FEDERAL, LA MUERTE DE SU HIJA Y SU PROPIO DESENLACE
Su progresiva militancia política lo llevó a integrar Montoneros, donde desarrolló tareas en la sección de inteligencia.
En el libro ‘Masacre en el Comedor’ se lo ubica a Walsh como el responsable del autor material del atentado más sangriento de los 70: la bomba vietnamita que el 2 de julio de 1976 voló el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal provocó 23 muertos y 110 diez heridos.
La bomba fue colocada por José María Pepe Salgado, un joven estudiante de Ingeniería infiltrado en la Policía Federal.
Su breve vida militante tuvo un vuelco decisivo cuando conoció a Rodolfo Walsh, en el segundo trimestre de 1974, luego de una charla del famoso periodista y escritor organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad según recordó un ex montonero que trabajó también bajo las órdenes de Walsh, cuyo nombre de guerra era Esteban.
Walsh, autor de Operación Masacre y de otros libros magistrales, tenía a cargo a Salgado ya que estaba a cargo de los montoneros infiltrados en el Ejército, la Marina, la Aeronáutica y la Policía, entre las múltiples tareas que desempeñaba este verdadero hombre orquesta de la guerrilla.
La secuencia sobre la colocación de la bomba vietnamita parece de película. Salgado fue a comer al Casino de Seguridad Federal con su maletín; no se pudo sentar en el lugar que quería y tuvo que conformase con una mesa cerca de las dos columnas centrales del edificio.
El mozo que lo atendió recordó que unos minutos antes de la explosión que lo depositó no muy suavemente en la puerta del comedor, Salgado se levantó de la silla, dejó sobre la mesa —sin tocarlo— el plato y caminó hacia la salida del comedor, como si fuera a saludar a algún conocido.
Minutos después, explotó la bomba - que tenía un sistema interno de detonación por tiempo- y provocó un daño humano y material devastador.
Montoneros afirmaba que buscaba eliminar al personal superior de la Policía Federal, en tanto “centro de gravedad” de la represión ilegal de la dictadura, pero de los 23 muertos sólo dos eran oficiales y de muy baja graduación.
Siete de las víctimas fatales ni siquiera cumplían tareas policiales: el encargado del comedor, el cajero, un mozo, un enfermero, un bombero, un suboficial retirado y una empleada de YPF.
MASACRE EN LA CALLE CORRO
El 29 de septiembre de 1976 hubo una masacre en la calle Corro al 105. Helicópteros, tanquetas, fuerzas armadas y fuerzas de seguridad se congregaron alrededor de esa casa donde estaba reunido el secretariado político de Montoneros.
El operativo –desproporcionado– terminó con la muerte de cinco militantes –entre ellos, María Victoria “Vicky” Walsh, hija del periodista Rodolfo Walsh quien había llegado a la casa de la calle Corro el 28 de septiembre de 1976.
Entró con su hijita, Victoria Costa, en brazos porque no había encontrado con quien dejarla. Por entonces, ella era responsable de Prensa Sindical de Montoneros.
En la vivienda estaban cuatro integrantes de la Secretaría Política de la organización: Alberto Molina Benuzzi, Ignacio José Bertrán, Ismael Salame y José Carlos Coronel.
En la mañana del 29 de septiembre fueron sorprendidos por el operativo. Ofrecieron resistencia, pero todos murieron.
El operativo de la calle Corro se coordinó desde el Grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA) 101, que tenía sede en Ciudadela. Según los libros históricos de esa dependencia –analizados por el ex Programa Verdad y Justicia de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación– el despliegue militar fue pocas veces visto: fueron tres jefes, trece oficiales, 61 suboficiales y 134 soldados.
Según los militares, el ataque sobre la casa de la esquina duró 45 minutos. Otros testimonios lo estiman en una hora y media. Hubo bombas y granadas. Una de ellas impactó en una casa de la manzana que se incendió, según surge de material hallado por el Grupo de Relevamiento Documental que funcionaba en el Ministerio de Seguridad.
“Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada”, reveló Walsh.
Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación", escribió Rodolfo Walsh desde la clandestinidad en "Carta a mis amigos", que se conoció meses después de la muerte de Victoria.
La masacre de Corro comenzó a ser investigada por la Justicia recién en 2015, como un desprendimiento de la megacausa "I Cuerpo del Ejército" que tramita ante el Juzgado federal N°3 a cargo del juez Daniel Rafecas.
Tras años de trabajo de investigación y búsqueda de justicia, en 2018 la exdiputada Patricia Walsh, hija menor del escritor y hermana de 'Vicki', se presentó como querellante con la representación de la abogada y diputada nacional Myriam Bregman, junto a un equipo del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH).
Con la etapa de instrucción ya muy avanzada, en 2021 Rafecas ordenó la detención de 10 exintegrantes del Grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA) 101 con base en la localidad bonaerense de Ciudadela, y en marzo de 2022 los procesó por los homicidios y secuestros de la calle Corro.
CARTA ABIERTA A LA JUNTA MILITAR Y SU ENFRENTAMIENTO MORTAL CON LOS MILITARES
En diciembre de 1976, Walsh y su compañera Lilia Ferreyra dejaron la ciudad en procura de alguna seguridad para sus vidas.
“Necesito vivir cerca del agua”, decía Walsh en aquel momento.
Eligieron la laguna de San Vicente en el sur de la provincia de Buenos Aires. Allí, el 9 de enero festejaron los 50 años de Walsh y que habían sobrevivido.
"El proyecto de repliegue era una forma de triunfar sobre la muerte. Habíamos puesto como primer plazo la fecha de cumpleaños de Rodolfo y lo habíamos logrado!, recordó Lilia.
En su nuevo hogar, comenzó a trabajar en varios proyectos “Juan se va por el río” y la "Carta Abierta a la Junta Militar". En el barrio, se presentaba como un maestro de inglés jubilado.
En la versión final de la Carta Abierta, el texto se dedicó a mostrar cuál era el fin último del terror. Tuvo la lucidez de pensar con claridad el propósito de la dictadura.
No apuntó sus dardos solamente contra los militares sino que puso la mira al poder económico y los organismos financieros internacionales.
En el momento en que redactó la Carta, Walsh pertenecía a Montoneros pero eligió escribir desde su lugar de intelectual y rubricarlo con su nombre. “Vuelvo a ser Rodolfo Walsh”, le dijo a su compañera.
En la mañana del 25 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh partió camuflado, tenía una pistola y una portafolio en el que llevaba varias copias de la ‘Carta’ para dejar en los buzones de Capital Federal y el título de propiedad de su casa que había retirado por una inmobiliaria camino a la estación Constitución.
Cerca del mediodía, Walsh se dirigió al Congreso, mandó la carta por correo y mientras estaba en San Juan y Entre Ríos; fue interceptado por un grupo de tareas de la ESMA.
El objetivo del grupo era capturarlo vivo para poder sacarle información. No pudieron hacerlo.
Cuando percibió el peligro, Walsh resistió el secuestro con su pistola calibre 22. Logró herir a uno de los secuestradores pero fue asesinado.
El mismo día de su secuestro, otro Grupo de Tareas allanó su casa en San Vicente. Desaparecieron su manuscritos, textos inéditos y su máquina de escribir.
El material fue llevado a la ESMA donde funcionaba un centro de documentación e información que servía a los fines políticos del almirante Massera, una de las figuras de la dictadura.
Parte de los papeles de Walsh fueron recuperados de la ESMA por una detenida que fue liberada. El resto del material sigue perdido.
LA UNIDAD ES LA MEJOR FORMA DE APRENDER LAS LECCIONES Y SUPERAR EL DOLOR
Walsh vivió con plena intensidad las décadas trágicas que atravesó nuestro país durante el S. XX. Desde ese punto de vista, es un símbolo de un tiempo atravesado por el odio, la violencia y la muerte.
Con el paso del tiempo, fue coherente con su manera de vivir, pensar y sentir. Asumió una politización extrema y por su perfil- ‘aceleró en todas las curvas’ que la vida le fue poniendo por delante.
Por supuesto que su participación como autor intelectual del atentado al comedor de la Policía Federal es un hito que entremezcla la desazón, bronca y dolor por las víctimas fatales en ese hecho: varios de ellos, ciudadanos que almorzaban -de manera circunstancial- en el lugar.
Pero la violencia le impactó a Walsh en sus propias narices con la muerte de su hija Vicky en septiembre de 1976.
Su último gesto fue la elaboración de la ‘Carta Abierta a la Junta Militar’ que mantiene una vigencia plena con la actualidad.
Nos queda aprender de todas estas lecciones de la historia reciente argentina para dejar un mensaje bien claro: no banalizar el dolor de la última dictadura militar.
Estas situaciones que todavía nos cuestan elaborar como pueblo tienen que servirnos para ejercer la memoria y la justicia en todos los planos.
Pero con especial énfasis, tenemos que definir un norte en el que la unidad, tolerancia mutua, la Democracia, Derechos Humanos, inclusión, justicia, el trabajo, desarrollo tecnológico, producción y la soberanía sean los verdaderos pilares para situar a Argentina en el lugar protagónico que le corresponde en los tiempos vertiginosos, inciertos y desafiantes del S.XXI.
